violar

Educados para violar

Los hombres hemos sido, en mayor o menor medida, educados y socializados para violar a mujeres. Puede sonar muy crudo, pero es lo que hay y, antes de escandalizarte, sigue leyendo: en este artículo voy a explicar cómo y por qué ha sucedido eso para todos aquellos que no hayan sido capaces de verlo (pero si quieran entenderlo).

Antes de nada: Esto NO quiere decir que seamos violadores en acto, sino en potencia. Y dicha afirmación NO pretende generalizar ni criminalizar a todos los hombres. «En potencia» es una expresión que se utiliza para explicar que algo es materialmente posible. Por ejemplo, si digo: «todos somos asesinos en potencia» se sobreentiende que estoy afirmando que «todos somos capaces de llegar a matar (en determinadas circunstancias)» y con eso no estoy insinuando que nadie en particular sea un asesino. Esta expresión se utiliza también para expresar que, ciertas personas que poseen determinado rasgo (ser hombre, en este caso), muestran una especial predisposición a hacer algo debido a diferentes condicionamientos (intrínsecos o culturales) que influyen sobre nuestros actos. Esa relación NO es un estereotipo ni un prejuicio, ya que sólo puede afirmarse que existe cuando se demuestra en base a datos estadísticos probados científicamente. Sin embargo, los seres humanos tenemos algo llamado libre albedrío; es decir: siempre tenemos libertad de elección: Todo nos condiciona, pero nada nos determina. Y eso significa que, en última instancia, somos los únicos responsables de nuestros actos; y que son nuestros actos quienes nos definen como lo que somos o dejamos de ser.

El problema aquí es que muchas personas opinan de un tema complejo (como es la violación) sin tener claros los conceptos más básicos; empezando por la propia definición del término violación:

Hay violación siempre que se realiza cualquier tipo de acto sexual con una persona que no desea ni disfruta de dicho contacto.

En contra de lo que muchos piensan, una violación no requiere que exista penetración (ni con el órgano sexual ni con otros apéndices u objetos) sino que se refiere al hecho en sí de ejercer dicha forma de violencia sexual. Otros falsos mitos recurrentes son los que giran alrededor de las circunstancias que rodean la violación. Por ejemplo, se tiende a pensar que lo mayoritario es que sea cometida por un asaltante anónimo, cuando la realidad es que en el 82% de los casos se trata de un conocido y un 20% es un hombre que forma parte del entorno cercano de la víctima. Y no es casualidad que hable en masculino, ya que el 99% de las personas que cometen violaciones son hombres. Si bien quizás algunas puedan ser más traumáticas que otras, tampoco la metodología empleada para violar es un factor crucial para diferenciar qué cosas constituyen o no una violación: a todos los efectos es indiferente si se usa la fuerza bruta, la amenaza violenta, el chantaje con otro tipo de consecuencias, la sumisión química o el superpoder del control mental como en Jessica Jones (si tal cosa existiese). La única clave es si el deseo es recíproco o no lo es, de modo que ahora viene el punto realmente delicado: ¿Cómo podemos estar seguros al 100% de que la otra persona desea sexo?

Las violaciones invisibles

Cuando durante el acto no aceptamos que la mujer quiera parar (por el motivo que sea y por más repentino e inesperado) estamos violando. Cuando hemos emborrachado deliberadamente a una mujer para conseguir tener sexo (y lo conseguimos), estamos violando. En general, cuando nos acostamos con alguien aprovechándonos de cualquier tipo de estado crítico (emocional, por abuso de drogas, etc) que impida a la mujer saber claramente lo que quiere, estamos violando. Cuando al tener sexo mentimos u ocultamos alguna información o circunstancia (haber puesto el condón o no, tener una ETS, etc) que sabemos puede ser susceptible de que nos nieguen o retiren el consentimiento, estamos violando. Cuando pese a las continuas negativas insistimos, perseveramos, probamos suerte, lo volvemos a intentar, presionamos, decimos «¿es que ya no me quieres? ¿ya no te gusto?» «hace mucho que no lo hacemos, estoy que me subo por las paredes»… si al final lo conseguimos… estaremos violando. Porque que una mujer termine dejándose hacer a regañadientes no es una relación sexual que nazca del deseo reciproco, sino del hastío, la culpabilidad, el chantaje emocional, etc.

Partimos de la base de que en España se denuncia una violación cada 5 horas (Actualización AGO/18) y, lo realmente grave e impactante, es que en dicha estadística no se contempla infinidad de situaciones como las descritas arriba en las que el agresor (y a menudo ni siquiera la propia víctima) considera lo ocurrido como violación cuando, sin embargo ha sucedido partiendo de un consentimiento parcial, pasivo o que había sido retirado en algún momento y, muchísimo menos, ha sido un sexo entusiasta, deseado y disfrutado por ambas partes.

¿Y si hubieras hecho alguna de esas cosas alguna vez? ¿Eso te convierte de facto en un violador y en un ser despreciable y peligroso? No exactamente. No hay una respuesta sencilla. Cada caso y sus matices serán todo un mundo, pero algo es incuestionable: no sólo deberíamos juzgar los actos (per se), sino también también la consciencia que teníamos sobre ellos y nuestra intencionalidad al hacerlos.

Obviamente no están al mismo nivel (y con muchos grados de por medio) violar a una desconocida a punta de navaja que rellenar a cada rato la copa a tu novia y luego en casa presionarla hasta que se deja hacer con tal de que te calles, mientras ella apenas puede mantener los ojos abiertos del sueño etílico. En el segundo caso, aunque sabias (o intuías) que aquello no estaba bien lo cierto es que tampoco deseabas causar ningún daño, simplemente estabas siendo egoísta que pensaba con su polla y te comportaste como un imbécil inconsciente del daño que podía causar. Eso si: a partir de ahora ya sabes perfectamente lo que es. Sabes cómo se llama lo que hiciste y no tienes excusa para volver a hacerlo nunca más.

Educados para violar

No obstante (y aunque no sirva para justificarnos) debemos saber que hay factores culturales que explican nuestro comportamiento. Desde bien pequeños, en la familia, en la escuela, en el grupo de iguales, o bien a través de factores más difusos (pero no por ello menos importantes) como la publicidad, el cine, etc el discurso social (en resumen) nos ha enseñado a transgredir los límites de las mujeres. A NO aceptar un NO por respuesta. Es más, nos ha ensañado que hacerlo es lo natural, lo más apropiado. Que incluso es romántico hacerlo, que el «tira y afloja» forma parte del proceso mismo del cortejo.

Que levante la mano aquel que nunca haya oído decir: «A veces cuando dicen «no» cuando quieren decir «si», lo que pasa es que necesitan ponerlo difícil para no parecer unas frescas aceptando a las primeras de cambio». ¿A quien nunca le han recomendado tirarse a la piscina sin saber si había agua? «Ante la duda tú bésala, lo peor que te puede pasar es que te suelte un bofetón». ¿Dónde nos hemos dejado la empatia cuando decidimos forzar la situación sin importarnos que a la otra persona pueda violentarle nuestro intento?

El proceso socializador va mucho más lejos y de una forma mucho más profunda. El discurso patriarcal nos ha vendido que obtener mucho sexo (y preferiblemente de muchas mujeres distintas) es el máximo exponente que define nuestro triunfo social e incluso nuestra realización personal. Por supuesto, también nos ha inculcado que el prototipo de triunfador alcanza el éxito laboral y la riqueza desmesurada pero, si nos fijamos bien, esto puede deberse a su efecto “facilitador” de la premisa principal; después de todo ¿de qué podría servirnos llegar a presidentes del consejo de administración de tal empresa y tener un cochazo y una cuenta en Suiza con varios cientos de miles de millones si no pudiéramos tener a una rubia y una morena a cada lado de la cama cada vez que se nos antoje? Por el contrario, el típico palurdo, feo y muerto de hambre pero con encanto que «se las lleva a todas de calle» es todo un triunfador al que reconocemos el mérito adicional derivado de su hándicap (ausencia de poder, belleza y riqueza).

Una nueva ética sexual masculina

Debemos respetar a la mujer, por supuesto, pero también deberíamos aprender a respetarnos a nosotros mismos: La obtención de sexo no puede seguir siendo el epicentro de nuestra existencia porque, al final, la simple (y remota) expectativa de conseguirlo nos convierte en monstruos o en seres patéticos y altamente manipulables.

Va siendo hora ya de redefinir nuestra masculinidad a través de la ética feminista, actualizar nuestras metas y objetivos de género para alcanzar formas de realización personal propias e independientes de las mujeres. Alimentar un orgullo y una dignidad que nos evite arrastrarnos a cambio de sexo, o de sentir la imperiosa necesidad de insistir ad nauseam como pelmazos hasta conseguir lo que queremos por pura exasperación o desgaste. No pasa nada por acabar la noche a dos velas. De verdad. Duele un poco, pero tiene fácil solución.

Todo ello por no hablar de que, cuando nos comportamos como babosos y pelmazos estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado. Estamos tan acostumbrados a tener el rol de «perseguidores» en lo que a sexo se refiere, que no somos conscientes de que la reacción natural del perseguido es (por instinto) la huida y la evitación. Por el contrario, si fuéramos capaces de adoptar una actitud de «Esto es lo que hay, si te gusta bien, y si no es así me voy la vuelta y cero dramas» estaríamos brindando a las mujeres la oportunidad de salirse de su habitual rol de «rechazo por sistema y luego ya veremos» y expresarse sexualmente con mayor naturalidad: Pedir lo que desean y mojarse por conseguirlo.

Y si algo de lo que he dicho te ha parecido ofensivo, injustamente generalizador o criminalizador para con «todos los hombres», tu sabrás qué parte es en la que te has dado por aludido y por qué motivo. ¿Quizás la mala conciencia? Puedes probar a leer este otro artículo. Pero yo ya no se explicártelo mejor.

Imagen de portada: Tarquinius and Lucretia by Tiziano.

28 comentarios

  1. Esta afirmación es muy fuerte: «Los hombres hemos sido, en mayor o menor medida, educados y socializados para comportarnos como violadores». Grandes afirmaciones necesitan de grandes demostraciones, no vale decir que esto es lo que hay.

    1. Más adelante hablo de como nos enseñan a transgredir los límites de las mujeres con un par de ejemplos muy extendidos, pero podría dedicarle un artículo entero a ese asunto.

    2. Aunque dices que no pretendes criminalizar a todos los hombres, eso es lo que estás haciendo en la práctica. porque el concepto de violación es tan amplio que dudo que haya un porcentaje significativo de hombres que puedan clasificarse como no violadores. ¿Qué opinas sobre ese porcentaje? ¿Tú conoces algún hombre (heterosexual) que nunca haya violado a una mujer?

    3. Yo mismo.
      A mi no me parece un concepto tan «amplio», sino una cuestión de sentido común e, insisto, tú sabrás en qué punto de la guía te das por aludido o qué te lleva a pensar que yo estoy criminalizando.

    4. Aunque te pueda parecer extraño yo estoy también muy preocupado por las relaciones hombre – mujer y cómo mejorarlas. Deberíamos jugar en el mismo equipo, pero me echa para atrás tu agresividad innecesaria cuando presupones que me doy por aludido cuando hablas de violadores, teniendo en cuenta que no nos conocemos en absoluto. Que te vaya bien en tu guerra

    5. El concepto de violación es muy amplio, y es lo principal que hay que señalar. Violar no es únicamente que te asalte por la noche un desconocido en un descampado. Obviamente cuando abrimos el abanico del delito, también abrimos el abanico de los agresores/delincuentes. Robar no es sólo el tirón de bolso, lo es también el «descuido», el desfalco de dinero público y el hacer un duplicado de tu tarjeta. Todos son robos y los causantes delincuentes, aunque te parezca más grave el que te tira al suelo y te amenaza, frente al que únicamente actúa al «despiste». Violación también es, no parar cuando te lo piden, por muy entusiasta que haya empezado la cosa, o el coaccionar porque hay que terminar la faena que «no me puedes dejar así».
      La generalización no duele más que en el orgullo, la violación, en cualquiera de sus formas duele en muchos sitios.

    6. Perdona, pero me hace mucha gracia eso de mi «agresividad innecesaria cuando presupongo que te das por aludido».
      Pero si eres TÚ quien ha dicho literalmente: «dudo que haya un porcentaje significativo de hombres que puedan clasificarse como no violadores» y que a ver «si conozco algún heterosexual que nunca haya violado». Eres tú quien ha dicho que «en la practica (al ampliar el concepto) criminalizo a todos los hombres».
      Yo no me siento aludido porque NUNCA he hecho NADA de lo que pone en esa Guía para No Violar. Tú puedes decir lo mismo? Porque si la respuesta es que SI no entiendo tu postura victimista.

    7. Voy a ver si me explico bien: yo TAMPOCO he hecho nada de lo que dice en esa guía, pero considero que habrá muchísimos hombres que sí habrán hecho algo de lo descrito y por lo tanto tú los calificas de violadores. Un gran número de estos hombres serán culpables, por ejemplo, por ser insistentes en el «cortejo». A mi me parece que usar la palabra «violador» para describir este comportamiento, con las connotaciones que tiene esa palabra, es un error táctico, porque se combatirá la idea básica que expones única y exclusivamente por el término utilizado. En resumen, estoy de acuerdo en el fondo de lo que expones pero en desacuerdo en los términos usados y en el tono agresivo que utilizas, si lo que intentas es atraer hombres a los planteamientos feministas. Pero es sólo mi opinión.

    8. Una pregunta, has leído los 3 párrafos que siguen a la pregunta: «¿Y si hubieras hecho alguna de esas cosas alguna vez?» o has decidido saltárselos?

    9. Admito que en esos párrafos introduces matices para ser o no ser considerado un violador por los actos pasados, pero la afirmación «a partir de ahora ya sabes perfectamente lo que es. Sabes como se llama lo que hiciste y no tienes excusa para volver a hacer nada con nadie más nunca sin asegurarte su consentimiento pleno» suena intimidatoria y amenazante. Sigo pensando que tácticamente es un error si te diriges a hombres «violadores» con el objetivo de atraerlos a tus posiciones. Si te diriges a otros feministas, o es un desahogo, o quieres crear polémica o se debe alguna otra razón que no adivino, entonces el artículo es impecable.
      Perdona si te he incomodado con mis observaciones. Créeme si te digo que mi intención ha sido siempre de colaboración y vuelvo a repetir que estoy de acuerdo con tu tesis básica.

    10. Con todo el respeto: si «asegurarte el consentimiento PLENO de la mujer antes de tocarla” te suena intimidatorio y amenazante… ¿como llamarías al hecho de emborracharte demasiado y amanecer en una cama extraña sin que te acuerdes de cómo has llegado allí ni qué ha ocurrido exactamente, para descubrir que un hombre ha abusado de tu estado para follarte sin que tu estuvieras en condiciones de decidirlo?

      Me dirijo a otros hombres con la intención de atraerlos al posicionamiento feminista, pero creo que este tema reviste suficiente gravedad como para no andar «cogiéndonosla con papel de fumar».
      No obstante, acepto la crítica y te insto a que me digas como crees que debería plantearlo, sin renunciar (por supuesto), al principio básico: el respeto a la integridad de la mujer y que cesen YA todas esas «violaciones sutiles»

    11. Entiendo perfectamente tu cabreo y tu desesperanza ante la gravedad del problema, que afecta a una mayoría de hombres que han asumido un comportamiento desde niños que ahora tienen que desaprender. La solución sólo puede pasar por reconocer la existencia del problema y querer solucionarlo, y eso sólo pasará si se les convence con argumentos y explicaciones. Para ello previamente tienen que escucharlos y no lo harán si se utilizan términos como «violación» y «terrorismo», aunque desde un punto de vista académico sean esos los términos adecuados. Si algo he aprendido en la vida es que a nadie le gusta que le digan crudamente a la cara los errores que comete o las injusticias que defiende. La reacción suele ser negarse a seguir escuchando.
      Por ello yo recomendaría, modestamente, a cualquiera que pretenda contribuir a solucionar este problema que evite términos que puedan tomarse como ofensivos y, por otro lado, rebajar el nivel de agresividad para evitar que feminismo se convierta, en el pensamiento de muchos, en lo contrario de machismo.
      Saludos

    12. He tratado de argumentar y explicar el problema con la máxima educación hacia el resto de hombres, e incluso diría que con la mayor amabilidad que he sabido. Escucharles a ellos si, pero siempre dentro del reconocimiento y conceptuación del problema.

      Sinceramente, no se me ocurre otra forma de transmitir la gravedad de unos hechos tan cotidianos sin llamar a las cosas por su nombre, pero si tu crees que es posible te propongo algo: escribe otro artículo que sirva al mismo propósito y si lo considero enriquecedor lo publicaré aquí mismo. Un saludo,

    13. Agradezco tu ofrecimiento pero no me siento capacitado para elaborar un artículo completo. Soy un recién llegado a estos temas del feminismo y tengo mucho que aprender y meditar antes de hacer mis ideas públicas, si es que llego a considerarlas de interés. Únicamente he tratado de aconsejar aprovechando (o abusando de) la diferencia de edad que intuyo que hay entre los dos.
      Si quieres colaboradores que muestren moderación en sus comentarios y cuidado con la terminología, pero siempre dejando claro lo que piensa, yo te sugeriría a la persona que también ha escrito en este hilo, de quien tengo muy buena opinión por lo que leído de ella en otros sitios.
      Saludos

    14. Perdona pero, Doc, pides al autor que modere su lenguaje y vigile la terminología usada.
      Primero, es su artículo y no lo escribe para que te guste.
      Segundo, si no te gusta el término «violación», asegúrate de comprender exactamente de qué se está hablando (y leer más allá del primer párrafo), el siguiente decálogo también puede ayudar http://conqdecaja.blogspot.com.es/2014/03/consejos-para-no-violar.html .
      Por último, asustarse delante de términos contundentes y pedir que se rebaje el tono es otra forma de minimizar el problema, aquello de lo que no se habla no existe.

  2. Hola, Puck. Dices lo siguiente:

    «Hay violación siempre que se realiza cualquier tipo de acto sexual con otra persona sin su consentimiento».

    Me gustaría saber eso también lo aplicas en los casos donde la persona receptora del acto es un hombre. Y en ese caso, hasta dónde llega tu definición de «acto sexual». ¿Lamerle el cuello podría constituir violación si es una mujer quien lo hace? ¿Y sobarle los brazos?

    Gracias.

    1. Esa frase era una cita de otra fuente y quizás yo reemplazaría el termino «violación» por «violencia sexual». En respuesta a tu pregunta: si. Claro que también se puede ejercer ese tipo de violencia contra un hombre y que el agresor también puede ser una mujer.
      La clave de todo es el consentimiento: en el momento que una persona informa de forma clara y contundente que no desea ser tocado ni seguir recibiendo ningún tipo de estimulo erótico, si otra persona desoye su voluntad y le lame el cuello, le soba los brazos o incluso continua haciendo insinuaciones sexual de forma verbal; está ejerciendo una violencia sexual contra el/ella de diversa graduación o intensidad en función de hasta donde llegue.
      Por otra parte, creo que es importante remarcar que aunque este tipo de agresiones no son menos importantes cuando las sufre a un hombre (que parece la preocupación a la que va encaminada tu comentario) las más de las veces los hombres tenemos una capacidad física de repeler según qué ataques de la que muchas mujeres mujeres carecen. Y esto es importante, porque cualquier hombre puede ser agredido sexualmente por una mujer pero, al menos (de media), tenemos la certeza de que la agresión va a tener un alcance «limitado». Es decir, es muy difícil que llegue a convertirse en una violación. Muchas mujeres carecen de esa certeza cuando son agredidas sexualmente.

    2. Esta respuesta es para Puck, pero no he encontrado la posibilidad de contestar abajo.
      Me ha gustado tu artículo, la verdad, es esperanzador que haya hombres que escriben cosas así. Como habitante de un cuerpo leído como mujer te diría que mi sensación, es que la diferencia, más que estar en nuestra incapacidad real de repeler físicamente los ataques, está muchas veces en que también hemos sido criadas con una bárbara cantidad de imposiciones sociales en la cabeza. Quiero decir que mientras que (generalizando) la tendencia social es a producir «hombres» que tienden al exceso de acción violentando e incluso violando a las personas que las rodean, la tendencia es también a producir «mujeres» que tienden a ser incapaces o estar muy limitadas para actuar; de forma que incluso si hay una salida física accesible al cuerpo de una, ese condicionamiento social que facilita que los hombres oigan sí cuando se dice no, facilita que las mujeres respondan de forma pasiva a una agresión física considerándose poco capaces de responderla.
      Obviamente no creo que esto sea así en cada una de las interacciones entre cuerpos leídos como hombre-mujer, pero pienso que es un factor muy relevante, y una barrera que encuentro en mí misma y en personas que me rodean incluso cuando le dedicamos tiempo y esfuerzo a los activismos desde nuestros cuerpos.

    3. Lógicamente son dos caras de la misma moneda pero, como hombre, me centro en la parte de hacer autocrítica e intentar cambiar las actitudes intrusivas asociadas a la masculinidad. De empoderar a la mujer lo propio es que se encarguen las compañerAs feministas,
      Un afectuoso saludo.

  3. Me gustaría decirte que escribes muy bien, y creo que tus opiniones son realmente fundamentadas. Es más, estoy de acuerdo con la base de tu texto, así como en la de los demás tuyos que he leido. Sin embargo, he de decir que no tienes razón en que todas las actitudes que describes sean «violaciones». Porque en ese caso no conozco a casi ningún hombre que no haya violado, me refiero a un 99% de la población masculina violadora. Es más, si todo lo que dices fuera violación, yo habría sido violado por alguna mujer, y más de una vez. Un saludo

    1. Gracias por tu aportación, Juan
      Mi definición de violación o de violencia sexual se basa en un principio muy simple y muy obvio: La carencia de un consentimiento PLENO; y no creo que sea demasiado atrevido afirmar que para que pueda ser considerado como tal debe ser SIEMPRE afirmativo, consciente, y entusiasta.
      No creo que sea el caso del 99% de los hombres, pero efectivamente, lo que trataba de transmitir con mi artículo es lo aterradoramente cotidianos que son ciertos casos de violencia sexual que tan siquiera somos capaces de concebir como tal.
      Un saludo y lamento las experiencias que enuncias.

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