Señal de peligro por curvas

Precaución, amiga conductora

Siempre me ha llamado poderosamente la atención observar como, para mis congéneres, un coche rara vez es (sólo) un coche. Para ellos el automóvil es una especie de totem, un fin en si mismo (y no un simple bien de consumo, un medio de transporte como otro cualquiera o un instrumento que te facilita la vida en diversos sentidos). Como en tantas otras cosas, yo no he sido precisamente el estereotipo de chico/hombre. Nunca me interesó lo más mínimo el mundo del «motor» y mi única idea romántica al respecto de la carretera se basaba en que (al contrario que sucede con el bus o el tren) cuando conduces y tienes coche no dependes de horarios ni de trayectos sino de ti mismo: Puedes llegar tan lejos como lleno tengas el depósito; y ese es un pensamiento tentador para alguien que nunca ha terminado de encontrarse a gusto en ninguna parte.

Ha sido así desde que tengo recuerdo: ya de niño recuerdo a gran parte de mis compañeros eufóricos con sus ‘cochecitos’ de juguete y la cosa no mejoró cuando empecé a salir en pandilla. El esquema de las conversaciones era bien simple: cuando no había ninguna presente, se hablaba «de las tías» y de sexo (esto no era negociable) y, si el grupo era mixto, se fragmentaba rápidamente y ellos hablaban de fútbol y/o de coches. Personalmente ambas idolatrías (a los colores: Real Madrid o Barça, no existían más opciones) o al automóvil (todo ese fervor por conocer cada detalle: prestaciones, cilindrada, caballos, todo) eran algo que se escapaba a mi comprensión, pero (por lo menos) fingir que me interesaba el fútbol para no sentirme tan excluido era mucho más sencillo (basta con aprenderse de memoria un puñado de nombres de jugadores y saber que ganan los que meten la «pelotita» más veces); en cambio, cuando se hablaba de motor no entendía absolutamente nada y me parecía tan mortalmente aburrido que acababa invariablemente en el grupillo de las chicas. Para ser justos, ellas también tenían sus momentos (tema trapitos, y cosas así) pero a diferencia de los chicos, la mayor parte de las veces eran capaces de tener conversaciones sobre temas normales.

Mi primo mayor siempre tuvo un talento «innato» para la conducción, pero ese no fue mi caso. No sentí seriamente la ‘necesidad’ de sacar el permiso hasta entrados los 24 y, una vez me apunté a la autoescuela, reconozco que me costó bastante aprobarlo (el teórico a la primera, el práctico a la quinta). Cuando conseguí mi ‘L’ verde no sabia conducir. Así de simple: sabia moverme sin matar a nadie, que no está nada mal… pero no es lo mismo. Aprendí a conducir conduciendo. Tragando kilómetros y desgastando cruces y rotondas. Dando frenazos y acelerones. Calando el coche en los semáforos y cuestas arriba. Cometiendo errores que me pusieron en situaciones de peligro y teniendo que solucionarlas in extremis como buenamente supe o pude (por suerte sin mayores consecuencias).  Aprendí a conducir a fuerza de practicar. Ni más, ni menos. Y para mi sorpresa, al cabo de un tiempo descubrí  que hacerlo no era solo moverse del punto ‘A’ al punto ‘B’, sino que además podía ser una experiencia placentera.

Hoy creo que puedo decir que se me da bien conducir (muy bien, incluso) pero lo cierto es que, si pude aprender fue porque después de suspender varias veces nadie desconfío de mi capacidad para aprobarlo. Cuando me dieron el permiso, nadie socavo mi auto-confianza creándome la necesidad de ir acompañado por alguien con más experiencia «por si acaso» o prohibiéndome coger el coche si estaba sólo. Aprendí a conducir porque cuando llevaba a alguien a mi lado no iba haciendo aspavientos como si nos fuéramos a matar en el siguiente cruce, ni me daba voces porque lo estuviera «haciendo mal» (aunque lo hiciera mal). Ningún copiloto se pasó todo el camino dándome indicaciones/instrucciones condescendientes (y mayormente innecesarias) «ahí hay un STOP», «cuidado que ese tiene preferencia», «¿no ves el peatón?», «sube de marcha», «pero pon el intermitente», «ve frenando ya… frena… ¡FRENA!» hasta acabar poniéndome de los nervios y necesitar bajarme del coche al grito de «pues llévalo tú». Nadie me abroncó preguntándome «en qué estaba pensando» o «para dónde iba mirando» cuando rocé la defensa con la columna de mi garaje, porque en fin: «son cosas que le han pasado a todo el mundo». Cada vez que cogía las llaves nadie me advertía que «tuviera mucho cuidado» una media de 8.475.362 veces, ni me miraban como si fuera la ultima vez que fueran a verme de una pieza. En resumen, nadie me inoculó la fobia a sentarme frente a un volante.

O dicho de otro modo: Si hoy puedo conducir (y aunque sea sólo en parte) es porque soy hombre. Porque detrás de mí hay una cultura patriarcal que opina que conducir es «cosa de hombres» y que por tanto a mí necesariamente se me tenía que dar bien hacerlo, por más dificultades que yo tuviera. Y afirmo esto porque soy consciente de que muchas mujeres no han tenido mi misma suerte ni han disfrutado de mis mismas oportunidades por el único motivo de su género.

¿Creen que son casos aislados? Pues se equivocan. Conozco infinidad de casos (amigas, conocidas, familiares lejanas, familiares cercanas: mi tía, mi prima, mi propia hermana) que han sido desincentivadas para sacar el carnet o a las que han dificultado el proceso. Con 18 porque «los jóvenes tenéis las tasas más altas de siniestralidad porque no se tiene la misma cabeza ni prudencia que de más mayor», a los 25: «bueno, chica, calma, no tengas prisa por empezar a vivir», y cuando tienen 40 «estas cosas son como nadar o ir en bici, lo mejor es aprender a hacerlas de joven. Luego se puede, pero ya no es lo mismo». Y el verdadero calvario empieza cuando ya tienen el permiso y empiezan a encontrar obstáculos por parte de sus padres o sus parejas para poder ejercer su derecho a conducir. Cuando empieza el infinito goteo de alarmismos. Cuando a pesar de ser conductoras noveles, la explicación de que aparquen un poco más lejos de la acera es que «mujer tenias que ser» o cuando tienen que lidiar con las prisas y las impaciencias (y las burlas) de conductores machotes desconocidos. Creo que, a menudo, no somos conscientes de que entre todos nosotros (y en mayor o menor medida) estamos contribuyendo a que, para muchas mujeres, conducir acabe siendo una experiencia traumática.

Eso si. Luego nos sorprenderemos cuando haya otra generación de mujeres (igual que ocurrió en la de nuestras madres) que tengan carnet desde hace 20-30 años y lleven otros tantos sin coger un coche. Y lo mejor, es que muchos hombres les diremos cosas como: «pues conduce tú, mujer, si nadie te quita». Eso si, cuando ya sea demasiado tarde:

Cuando ya no se atrevan. Cuando duden de su propia capacidad. Cuando hayan perdido tanta destreza que les de miedo conducir solas o conducir a secas.

Sólo entonces.

10 comentarios

  1. Al principio he pensado: «Bueno, a ver, no sé, Puck…». Pero luego me he dado cuenta de que tienes más razón que un santo. Tengo 28 y me saqué el carnet con 22 o 23 y, efectivamente, mi padre no me ha dejado volver a cogerlo desde entonces. Toda la experiencia que tengo conduciendo (y eso que me encanta eso, los coches, F1…; sin embargo hablar de trapitos no tanto :P) fueron las clases y un día por ahí con mi padre en el que la cosa sucedió tal cual describes, incluso con el mismo final de coger y bajarse del coche entre indignada, frustrada y triste.

    A lo que voy, y esto ya es un poco menos este tema y más general: mi padre (y muchos amigos míos) no piensa que las mujeres sean menos ni que deban estar en la cocina, igual hasta ni siquiera piensa realmente eso de «mujer tenías que ser», aunque lo diga ya como coletilla profundamente enraizada en el macho ibérico de su rango de edad, pero luego sí que eres tú la que se pasa infinito más tiempo limpiando, a la que le explican cosas como a una niña pequeña muchas veces, la que tiene que oir muchas veces por qué debería llamarse igualitarismo y no feminismo (¡anda que no hay temasmás importantes!).

    En fin, mi frustración viene por este tipo de personas que como racionalmente no piensan que la mujer sea menos ya creen que lo tienen todo hecho, que no hay nada más que hacer, que con ellos no te metas porque ellos no son así. En definitiva, la lucha que tenemos todas y todos los que se sumen contra lo sutil (y por ello más elusivo) de este machismo reinventado.

    1. 100% de acuerdo: Uno de los mayores problemas de la sociedad patriarcal es que muchas veces somos machistas sin tan siquiera ser conscientes de ello e incluso sin desear serlo en absoluto.
      Lamento que te haya pasado lo del coche y te animo a que, en la medida de tus circunstancias, seas capaz de reconquistar tu DERECHO a conducir.
      Un afectuoso saludo,

  2. Hace poco se me ocurrió comprobar una cosa sobre lo que escribes. Yo iba en el coche de una compañera de clases porque ella tiene carnet y yo no, y me puse a observar las parejas de hombre y mujer que iban en los demás coches y en la inmensa mayoría de los casos el conductor era el hombre, con alguna excepción de alguna pareja joven. Solo observa conductoras si estaban solas. Da mucho qué pensar.

  3. Lo mismo vale para las series. Yo, que veo muchas, ya había observado eso, que las mujeres salen conduciendo mucho, sí, pero si hay un hombre en el coche generalmente, si no siempre, conduce él. Curioso cuanto menos.

  4. Presentación: Mujer cuarentona SIN carné de conducir.
    Nunca me sentí con la suficiente seguridad como para intentarlo, me parecía que nunca sería capaz de hacer tantas cosas a la vez (luces, espejos, pedales, volante….) sólo de pensarlo ya me hacía un lío y nunca lo intenté.
    El mundo del «motor» es un mundo muy machista, desde considerar el vehículo como una extensión o un reflejo del miembro viril, pasando por esas personas que valoran a un hombre según el coche que tengan. Es un mundo clasista, machista y muy en consonancia con el capitalismo reinante. El hecho de no haber podido comprarte nunca un coche nuevo, es sinónimo de pobreza, la publicidad donde apenas hay mujeres conduciendo pero Claudia Schiffer anunciando coches es ya un clásico, Forocoches……. por algo se llama «forocoches» 😉

  5. Hola Puck,

    Aquí aún sin carnet, porque nunca he sentido que eso de conducir fuera para mí, y reconozco que nunca me ha hecho especial falta. Pero en el fondo sé que lo que no me apetece es tener a nadie dándome instrucciones, cómo he visto que ocurría tantas veces con mis compañeras. Pero ya va siendo hora… si alguien me mete cizaña los dirigiré a tu blog, amablemente.
    Un saludo,
    Irene.

    1. Me alegro que vayas a sacarlo, creo que conducir es una herramienta más para el empoderamiento de la mujer.
      Eso si, en vez de mandarles a mi blog haz lo que hacía una amiga mía (lo cuento en el comentario en que respondo a NuGu).
      A mi también me da morriña participar y echo de menos leer las aportaciones del resto de compañerxs, pero también te digo que desde que dejé lo de Barbi estoy mucho más tranquilo y feliz. Esa otra gente es demasiado tóxica y me quitaba hasta la energía vital. Podría tratar de ignorarles por completo, pero se que en cuanto entre y lea voy a acabar picando el anzuelo antes o después.
      Un abrazo y mucho ánimo.

  6. Totalmente de acuerdo… Mi madre se sacó el carnet a los 50 porque mi abuelo nunca la dejó sacarlo antes, y cuando lo logró (a la primera tanto teórico como práctico) todo el mundo la ponía de los nervios. ¿Mujer y encima «mayor» conduciendo por primera vez? Te puedes imaginar… Terminó cogiendo el coche solo conmigo, que nunca le dije ni mu si se le calaba, o si se equivocaba o lo que tocase ese día. Ahora puedo decir que conduce muuuucho mejor que mi padre, pero le costó meses poder conducir con alguien de copiloto que no fuera yo, por temor a que siguieran machacándola.

    1. Tengo una amiga que antes de sentarse en el asiento del conductor alertaba así a todos los presentes: «Cuando lo lleve yo me da igual que no sea mi coche, al menor intento de enseñarme a conducir juro que clavo freno, doy cuatro voces y se apea».
      Una vez le vi cumplir su promesa, hacíamos un viaje largo en mi coche y lo llevábamos por turnos. Cuando le tocó a ella aguantó hasta 3 comentarios antes de explotar, pero acabó dejando a un chico del grupo tirado en la cuneta de la N-630 en medio de la nada.
      Lógicamente volvimos por él a los 10 minutos, pero eso si: no volvió a abrir la boca en todo el viaje y parecía enfadado con ella y conmigo, aunque no se por qué: el que avisa no es traidor.

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