Observo con gran preocupación que una ingente cantidad de hombres no tienen ni idea de qué es la Violencia de Género (abreviada a menudo como VdG o VioGen) ni cuál era la motivación de los legisladores cuando se impulsó la (polémica, pero muy necesaria) Ley Integral contra la Violencia Genero (LDVG) en España; o lo que es mucho peor aún: que todo lo que creen saber sobre este tema es falso, parcial, sesgado o inexacto.
Pero vamos a hacer las cosas bien:
Para poder explicar la Violencia de Género es necesario comprender antes qué es exactamente la violencia (así, en general, como concepto). Y a su vez, explicar (con precisión) un fenómeno tan amplio, nos exige saber diferenciarlo adecuadamente de aquello que no lo es, aunque (a simple vista) pueda parecerlo. ¿Qué NO es violencia?
El acto de DEFINIR algo NO es VIOLENCIA.
Imaginen un dialogo de este tipo:
(100% extrapolable a «eso que has dicho/hecho es homófobo/racista/clasista/etc porque […] »)
—Las tías son unas hipócritas: se visten como zorras pero luego se quejan si las tratan como tal y las meten mano aprovechando el tumulto.
—Perdona, majo, pero no somos hipócritas: tú eres un machista. Para empezar, «meter mano» a alguien sin su consentimiento es un tipo de agresión sexual. Para seguir, es repugnante que presupongas cosas de la persona por su forma de vestir. ¿Qué te parecería que yo dijese que eres un guarro sólo por tu estilo punk? Pues igualmente, la ropa de una mujer no te permite juzgar su moral sexual y, desde luego, aunque esa mujer buscase realmente provocar deseo y disfrutar de un sexo sin muchos preámbulos ni compromiso, eso nunca significa que esté invitando a nadie a agredirla. Además… ¿Por qué eso mismo para vosotros está bien y en cambio a nosotras nos degrada? Y por último: lo peor de todo es que, con esas ideas, estás contribuyendo a crear un clima social que culpabiliza a la propia víctima de la agresión que ha sufrido mientras disculpa públicamente a su agresor, como si sus actos hubieran estado en cierto modo justificados. ¿Y si en vez de limitarse a meter mano decide violarla? ¿También sería culpa de la mujer por su forma de vestir?
—Oye pues… mmmmm… ¿sabes que te digo? Nunca me lo había planteado así, pero lo que dices tiene sentido. Puede que tengas razón, no lo se. Necesito darle un par de vueltas con más calma, pero en cualquier caso agradezco que me hagas reflexionar sobre lo que he dicho, porque no me considero a mi mismo como alguien machista y, es más, odio a las personas que lo son.
Y digo imaginen porque estas cosas NO pasan en realidad. Juro que pagaría dinero por tener una conversación como esa al menos una vez en toda mi vida, pero me temo que es como ver a un unicornio surfeando sobre el aurora boreal (sin tomar LSD): Nadie lo ha visto ni lo verá jamás porque, ya saben, los seres humanos somos muy de encajar las críticas regular. Si a esto le sumamos lo fácil que es siempre «ver la paja en el ojo ajeno» pero lo mucho que se nos complica cuando toca hacer examen de uno mismo, el resultado es que ya podemos estar tratando de señalar a alguien lo que por definición significa ser un machista/racista/homófobo/clasista de manual (primer capitulo, pagina 1) que, casi de seguro, la reacción instintiva va a ser sentirse agredido y empezar a justificarse o contraatacar («NotAllMen™, yo no soy machista ¡Es que tu eres hembrista! FlacoFavor™», etc). En el fondo, esto es un gran triunfo del feminismo: salvo un buen puñado de anormales que hacen apología del término con orgullo, se ha conseguido que incluso los hombres machistas interpreten y sientan el ‘ser machista’ como un insulto. Por desgracia, la otra cara de la moneda es que esto también dificulta en gran medida poder afear comportamientos o poner en evidencia actitudes indeseables sin que la otra parte se ponga a la defensiva y se cierre a la autocrítica.
Siento decirlo, amigo, pero NO: Si te tildan de machista cuando (efectivamente) te estás comportando como tal no existe agresión ninguna que valga, te están definiendo. ¿Qué puede tratarse de un acusación injusta? Si, claro, la posibilidad existe, pero… ¿y si no es así? ¿Si lo que has dicho es realmente machista y tú no quieres verlo? ¿Y si te lo dicen por tu bien (como cuando tienes un moco), y tú estás ofuscado en defenderte con uñas y dientes ante una agresión que sólo existe en tu cabeza?
Como es lógico, las formas y el tono de la denuncia también pueden influir mucho. Quizás lo primero que habría que explicar es que «machista es el que hace machistadas» (un saludo a Forest Gump) pero que tampoco es la cosa como para hacer un drama porque, al vivir en una cultura predominantemente machista, todos lo somos (hombres y mujeres; en mayor o menor medida y en unos temas o en otros). Quizás habría que explicar que el primer paso para dejar de ser machista es reconocer que «se es» y actuar en consecuencia; y que (en cualquier caso) hay muchos grados, por lo que hacer notar que un comportamiento es machista no implica equipararlo con el nivel de aquellos que pegan o matan a sus mujeres. El problema es que están ya demasiado hartas (y con razón) de oír una y otra vez los mismos comentarios cuñados y de tener que explicar las mismas cosas ad nauseam, de modo que ruego encarecidamente que abramos un poco la mente a nivel de colectivo porque, de verdad, no es tan difícil como a menudo nos empeñamos en hacerlo.
La AUTODEFENSA NO es VIOLENCIA
La otra cara (machista) de que los hombres nos revolvamos ante agresiones inexistentes, es cuando negamos a la mujer el derecho a la legitima defensa ante una agresión REAL.
El término de autodefensa supone todo un reto conceptual, porque a menudo implica utilizar conductas agresivas o incluso llegar a desarrollar diversas formas de violencia que igualen (o superen) la agresión recibida pero, la gran diferencia, estriba en que NO se hace de forma libre y voluntaria, sino como mecanismo de protección/disuasión ante una amenaza. A la postre, cada cual deberá responder de sus actos, pero a nivel moral no es equiparable ni cabe equidistancia alguna entre aquellos que emplean la violencia «porque si«, porque «les da la gana» y «porque pueden» y quien trata de repelerles.
—¡Preciosa! ¡vaya culazo tienes! Te la metía a plazo fijo. [agresión sexual verbal]
—¿Pero tú que dices, machirulo de mierda? [autodefensa verbal amplificada]
—Qué era broma puta feminazi. Antes se la metía a un orco de Mordor que a ti. Malfollada, que sois todas unas malfolladas. [agresión personal verbal]
—Anda y que te den, pedazo de escoria. Lárgate a tu cueva y evoluciona o haznos un favor a todas y extínguete de una puta vez, ¡anormal! [autodefensa verbal amplificada]
—¿Que me extinga dices? —le corta el paso y le toca los hombros— Pero si los dos sabemos que al final a las feminazis como a tú les encanta que un buen macho… [intimidación física con agresión sexual implícita]
—(le noquea de un rodillazo en los huevos y echa a correr) [autodefensa física amplificada]
¿Qué debería haber hecho esta mujer? ¿Tolerar las sucesivas agresiones de forma sumisa? Pues miren, no negaré que quizás sería lo más prudente (a corto plazo) para su integridad, pero me niego a aceptar que esta sea la mejor solución (o que sea una solución a secas). Quizás precisamente lo que necesitan los «machitos» del mundo es que alguien les plante cara; que les igualen o superen la apuesta hasta que entiendan (en esos pequeños cerebros suyos) que su tiempo de campar a sus anchas, agrediendo e intimidando a las mujeres sin sufrir ningún tipo de sanción, ha terminado por fin.
Hay un dicho muy extendido y universalmente aceptado: «Entre morir o matar, la única elección posible es siempre matar» o este otro que dice que «De la cárcel se sale, pero del cementerio no». A muchos hombres les faltaría tiempo para ir a «partirle la cara» a un maltratador si supieran que la víctima es su madre, su hermana o su hija, y sin embargo, cuando (por fin) las mujeres han comprendido la necesidad de protegerse mutuamente a través de la sororidad, cuando es el feminismo quien adopta esta lógica y crea sus propios eslóganes: «machete al machote» todo un clásico, «ante la duda tu la viuda», mi preferido o «prefiero que mi madre me lleve libros a la cárcel, que flores al cementerio» el nivel de escándalo que provocan entre muchos hombres es del tipo a este titular de La Gaceta: «La última locura del feminismo radical»
Cualquiera (que no sea un manipulador retorcido o un enfermo) puede entender que todas esas frases no son una incitación a cometer ningún delito, sino que tratan de concienciar a las mujeres maltratadas (acerca del origen de su opresión y cual puede ser el fatídico desenlace) para que pongan remedio (pacífico) antes que sea demasiado tarde. Pero es que, aún en su lectura más literal, no estarían haciendo apología de la violencia; sino de la legitima defensa ante una forma previa de violencia sistemática y grave (como es el maltrato) ante la cual la sociedad en su conjunto (ciudadanos, asociaciones, autoridades, fuerzas de seguridad y el orden e instituciones) está fracasando en lo que a prevenir, detectar, ayudar y proteger a las víctimas se refiere.
Si les indigna que una mujer maltratada acabe con la vida de su maltratador, permítanme decirles que creo que tienen ustedes un problema y, honestamente, el único drama que yo veo ahí es que se exponga a ir a la cárcel por verse obligada a tomar la justicia de su mano y hacer lo que haríamos todos cuando sentimos que nuestra vida corre peligro. Y me alegro de no ser el único que lo ve así:
¿Qué hubiera denunciado? Pues mira, no: igual no es tan sencillo como eso. Igual es que las mujeres maltratadas no son tontas y sus maltratadores unos monstruos con cuernos y rabo como la gente se imagina. Igual son personas que saben manipular y jugar muy bien al palo y la zanahoria; igual públicamente son «personas encantadoras» y normales, gente de la que no lo esperas que se cuida bien de mostrar su sadismo ante testigos y aislar socialmente a la víctima para que no les dejen. Igual es que existe un mecanismo psicológico llamado indefensión aprendida que les dificulta dar el paso aun cuando comprenden que es lo que deberían hacer. Igual es que el sistema judicial español no es tan idílico y garantista de su integridad como se nos pinta (para muestra pueden leer esta escalofriante serie de artículos de Jessica Fillol) porque igual es que todo se me ve muy fácil desde fuera.
El BOICOT a la intolerancia NO es VIOLENCIA
Hay quienes interpretarían como una provocación gratuita e innecesaria el hecho de que un colectivo de feministas radicales irrumpan desnudas en una iglesia; de hecho, el juicio (digno de un tribunal de la Santa Inquisición) contra Rita Maestre nos ha permitido comprobar lo extendido que se encuentra en España el discurso de que son ellas quienes habrían obrado mal, porque los allí reunidos sólo hacían sus «cosas de cristiano» sin molestar ni hacer daño a nadie.
Sin embargo, mirándolo en perspectiva en seguida nos damos cuenta que esto no es exactamente así. Puede que ninguno de los asistentes a esa misa estuvieran molestando a nadie, y puede incluso que nunca lo hayan hecho, pero las medidas de legítima defensa planificadas como la desobediencia civil, el boicot o los escraches no son más que represalias lógicas ante agresiones previas recibidas por parte de una persona, empresa, gobierno o institución, que han ocurrido de forma sistemática y prolongada a lo largo del tiempo y, particularmente en el caso de la Iglesia católica, el historial de insultos, desprecios y agresiones contra la mujer y el colectivo LGTB es legendario y se remonta a muchos siglos atrás.
Ahora imaginemos este escenario: varios creyentes exaltados, ofendidísimos por el boicot a su misa tratan de prohibir (o reventar) una manifestación a favor del derecho decidir convocada por ese mismo grupo feminista. Bueno, pues la paradoja es que ellos NO se encuentran moralmente legitimados para hacerlo. Pueden organizar una contra-manifestación anti-abortista el mismo día, o protestar contra el feminismo (en ambiguo), reivindicar las bondades del machismo o lo que les venga en real gana (libertad de expresión y eso), pero moralmente no pueden acosar o boicotear un acto de ese colectivo feminista en concreto. ¿Por que? ¿Ellos han sido agraviados y podrán ejercer la autodefensa con las mismas armas que sufrieron, no? Pues no. Si hacen eso no sería autodefensa, sino una agresión más en la interminable lista de abusos de poder ejercidos desde una posición hegemónica. Si lo piensan bien, es ilógico que ambas partes puedan ejercer la auto-defensa simultáneamente, porque siempre va a haber una que fue la que tiró la primera piedra y esa, es siempre la parte poderosa de la ecuación: el banquero, la transnacional, el gobierno, la iglesia, etc.
Con todo lo dicho en este articulo, soy plenamente consciente de estar posicionándome y, de seguro, ello me valdrá la acusación de tener un «doble rasero». Lamento discrepar. Situarse del lado de las personas y colectivos desfavorecidos para mi entender es una cuestión de sentido común; lo cual nos conduce inevitablemente a otro debate (tan controvertido como interesante): ¿Son válidas todas las opiniones?
Pera esa, amigos, es otra historia, y en otro momento deberá ser contada.
Me encantan tus artículos Puck. Muchas gracias por la paciencia y la humildad.
No es el boicot a una institución per se, se trata de manifestar la repulsa por la presencia de elementos religiosos, en este caso un capilla cristiana, en un recinto universitario público. Por tanto, el hecho de la existencia de tal edificio atenta contra el laicismo de un Estado que es aconfesional, y de ahí la manifestación de las chicas que está, desde mi punto de vista, totalmente justificada.
Dos preguntas sin más, ¿cuestionar algún tipo de política de discriminación (positiva) afirmando no ser realmente un instrumento para alcanzar objetivos, sino más bien un «parche» que contempla la inmersión de personas según criterios determinados estableciéndose cuotas que reducen el papel de la meritocracia, es una forma de machismo encubierto?
¿Cómo debería ser el plano de igualdad entre hombre y mujeres, situación a la que se aspira en el feminisno?
En el caso de Rita Maestre, efectivamente, ese hecho fue el que motivó la acción emprendida; pero yo estaba hablando de un caso hipotético de un grupo feminista radical imaginario sin relación alguna con aquellos hechos.
Sobre la primera pregunta, no recuerdo haber expresado aún mi opinión sobre las cuotas y otras medidas de discriminación positiva o políticas de equidad en este blog, de modo que deduzco que es una conclusión inferida de mis comentarios en El Diario, si también participabas en ellos creo que lo justo sería que usarás tu nick de allí. No obstante, antes o después, me tocará escribir un artículo específico sobre estos temas y creo que mi opinión al respecto quedará bastante clarificada.
La segunda pregunta me temo que no la entiendo, quizás podrías reformularla un poco más sencilla.
Un saludo,
Aplauso virtual y ovación en pie.
No se puede explicar mejor.