chico humillando a una chica

La delgada linea negra

En nuestras sociedades actuales, muchas de las manifestaciones de machismo cotidiano ocurren en forma de chiste o chascarrillo y están tan normalizadas y aceptadas que, de hecho, no es hacerlas sino denunciar su contenido, lo que es percibido como una conducta antisocial.

«Bueno, joder, que sólo era una broma» como salvoconducto para todo y, si hay suerte, el autor se pondrá a la defensiva llevándolo al terreno personal: «Vaya sentido del humor de mierda que traes hoy». El riesgo a ser tildado de aguafiestas o pelmazo aumentará exponencialmente con la reincidencia «siempre estás amargando con lo mismo» y los más ‘simpáticos‘ no dudarán un instante en seguir ‘hurgando en la herida‘ en cuanto vean que un tema ‘pica‘, sólo por el mero disfrute de verte saltar y poder aleccionarte luego. Los más ‘intelectuales‘ empezarán a hablar de como «la sociedad se ha vuelto un asco porque uno ya no puede salirse de lo «políticamente correcto» ni con los amigos bebiendo cerveza y haciendo unas risas» y casi seguro, uno se verá abocado al típico ‘debate’ sobre el valor supremo de la libertad de expresión y los limites del humor, donde (antes o después) saldrá a relucir Charlie Hebdo y los fundamentalistas (como tú) que «no sabéis aceptar una broma y pretendéis censurarlo todo». Esta linea de pensamiento no es más que la contrapartida cuñada a aquella otra (igual de ofensiva o peor) que defiende el victim-blaming: «si no les gusta que dibujes a Mahoma ¡pues no lo hagas!, todos sabemos lo locos que están y todas las armas que tienen, así que si les provocas y luego vienen a matarte pues no te quejes».

Muchos chistes «políticamente incorrectos» son tan malos que no pasan de meros pretextos para hacer apología de la intolerancia dentro de unos parámetros socialmente admisibles, mientras que otros (al margen de su carga ideológica indeseable) hay que reconocer que son francamente ingeniosos, hasta el punto de que no deseemos reírnos pero seamos incapaces de evitarlo. Pero lo que deberíamos preguntarnos, dejando a un lado toda aquella cortina de humo de palabrería barata, es si el humor (por muy inteligente que sea) peude ser óbice para caer en el relativismo moral:

Estoy bastante convencido que prácticamente nadie toleraría un chiste sobre abusos sexuales a recién nacidos, es más, el infeliz que se atreva a soltar uno reunido con amigos en una cervecería se enfrentará  a ser tachado de enfermo y, ni por lo mas remoto, se le ocurrirá justificarse diciendo que «SÓLO era un chiste». Sin embargo, al mismo tiempo, reclamamos nuestro derecho a reírnos de las desgracias ajenas apoyados en tópicos machistas, homófobos, racistas, clasistas, capacitistas, especistas, etc cuando (en ultima instancia) dichas ideologías opresoras son responsables de ingentes cantidades de dolor. Hace tan sólo unos días ElDiario.es destapó la presunta implicación de Muniain y De Gea en abusos sexuales a menores relacionados con la investigación del caso Torbe (link), implicado a su vez en graves acusaciones de violación (link) y trata de personas (link) ¿Cuál fue la reacción de los medios de comunicación y de muchos españoles, incluido nuestro propio ministro de interior en funciones, Fernández Díaz? Exacto, preocuparse por cómo podría afectar este escándalo a nuestra participación en la Eurocopa (link) y hacer bromas sobre los cuernos de Edurne (link) y poner en entredicho el testimonio de la testigo protegida.

Todas las sociedades (y la española en particular) racionalizan muchas cosas a través del sentido del humor, no en vano, los psicólogos afirman que (a nivel individual) funciona como una válvula de escape que canaliza nuestros miedos y temores, las cosas que nos superan o que no comprendemos, etc de forma bastante eficiente; si bien no es menos cierto que resulta perfectamente lógico y comprensible que, cuando determinado tipo de injusticias nos ha tocado de cerca, los chistes al respecto no nos hagan ni puñetera gracia o incluso puedan llegar a herirnos.

¿Dónde ponemos la frontera?

Seamos honestos: Si a día de hoy siguen existiendo todos los -ismos es porque la sociedad en su conjunto (todos nosotros) ‘toleramos’ dichos discursos intolerantes (en mayor o menor medida) y, lo cierto es, que la linea que delimita el humor negro legítimo de la ofensa gratuita es fina y sinuosa, dependiendo en gran medida de la sensibilidad y las experiencias de cada cual.

He reflexionado mucho sobre este tema y mi conclusión final es que el verdadero sentido del humor, sano y positivo, no depende tanto del contenido sino del consenso tácito entre TODOS los participantes y/o audiencia que son capaces de ‘encajarlo’ como una simple broma y reírse con ella porque todos ellos saben exactamente qué es, cuál es la intención y deciden libremente participar de la chanza en igualdad de condiciones. El resto, es y será siempre una falta de respeto (o incluso una provocación) a personas de colectivos desfavorecidos que no están para «chistes» que banalicen su sufrimiento.

El machismo mata. Piensen en ello la próxima vez que vayan a hacer (o a reírse) de un chiste machista. Piensen si hay alguna mujer presente y cómo podría sentirse. Piensen si alguna persona podría sentirse ofendida debido a sus experiencias vitales. Piensen si realmente conocen todas las experiencias vitales de los que están delante porque, es cierto que hacer una burla no les sitúa al mismo nivel que el maltratador o el violador, pero si estarán siendo participes del mismo fenómeno. Piensen, sólo por un momento, cuántos chistes cosificando e hipersexualizando a la mujer habrá escuchado el maltratador a lo largo de su vida y mediten sobre si puede ser cierto que exista una relación entre esos chistes y la forma de comportarse de este. Empaticen con la mujer que es maltratada y, por último, reflexionen sobre si reproducirían ese mismo chiste delante de su propia madre o de sus hijos, o si bromear con ese tema es la imagen que les gustaría lanzar a un desconocido y, si aún entonces les sigue pareciendo un chiste lo suficientemente gracioso, entonces ríanse todo lo que quieran.

Porque quizás el humor no debería tener «límites», pero desde luego si sentido común.

ACTUALIZACIÓN: Este tema está muy relacionado con otro del que se habla mucho últimamente: La corrección política.

3 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *