Fotograma de la película El Gran Dictador (1940) de Charles Chaplin.

La Dictadura de los Cínicos

Hay quienes, por nuestra naturaleza, somos personas confiadas y otras que son muy precavidas. Ambas cosas están muy bien. Los primeros vivimos las cosas de forma más intensa y no nos privamos de ninguna emoción que la vida pueda depararnos (aunque de vez en cuando nos caiga un buen palo). Los segundos se cuidan más, analizando riesgos potenciales e intentando valorarlos de forma objetiva, bien para evitarlos o bien para tener preparado un protocolo de respuesta en caso de que ocurran.

Pero luego están los cínicos, que son este tipo de personas que se ponen la tirita antes de tener la herida. Por si acaso.

 Y que si al final no se hacen ninguna herida ya se encargan ellos de encontrar la manera de provocársela porque, en el fondo, disfrutan diciendo: «si ya lo sabía yo que esto iba a acabar pasando». Un buen cínico no se molesta en evaluar potencialidades, le basta con esperar siempre lo peor de los desconocidos con los que se cruzan y han aprendido a «protegerse» de las decepciones esperando de sus conocidos y seres queridos que les defrauden, que les traicionen, que les fallen, que pasen del amor al odio y de ahí a la venganza. ¿Conocen a Murphy? Pues el tipo era un optimista a su lado. Su receta para la felicidad es: No creer en nada. No creer a nadie. No esperar nada.

«Tiziana no debería haberse dejado grabar. Estas ‘niñas’ de hoy en día no son conscientes de los peligros a lo que se exponen y más aún con lo ‘a huevo’ que lo pone todo la tecnología actualmente. De hecho lo raro es que alguno de esos videos caseros no acabe circulando por ahí»
«Las mujeres que se quedan con un tipo que las maltrata ¿son gilipollas o es que les va la marcha? Es que te juro que no las entiendo: si te pega una vez esta claro que es culpa suya por hacerlo, pero si te pega una segunda es culpa tuya por habérselo consentido»
«Pero es que las tías de ahora, yo no se, ¿qué esperan de la vida? Osea, vamos a ver, siempre acaban marchándose con el ‘malote’ que luego las trata como una zapatilla, o están en la disco y siempre ligan con la peor calaña pero luego van, y se quejan de que las han violado. ¡Chica! pues elige mejor, que es que parece que vas buscando tú a propósito que te violen»

(Extractos de conversaciones que he escuchado sólo en esta última semana)

¿Todos estos son discursos asquerosamente machistas? SI, por supuesto.
¿Todos sus pseudo-argumentos y formas de pensar son propios de un perfecto ‘cuñado’? SI, también…

…pero quizás estamos perdiendo de vista una tercera categoría de persona no menos peligrosa, especialmente cuando confluye con los factores anteriores:

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Imagen ideal para enviar a los autores de frases como las del comienzo.

¿Por qué son así?

Los cínicos no saben mucho de psicología. Quiero pensar que si hubieran oído hablar de el Efecto Pigmalión o la profecía auto-cumplida actuarían de otra manera. Pero, en el fondo, que haya gente empeñada en amargarse la existencia no debería ser un problema (allá cada cual con su vida: el masoquismo me parece una opción válida) de no ser porque resulta que todos los cínicos quieren (necesitan) que el resto del mundo piense igual que ellos y, gracias al Sesgo de Confirmación, van «contagiando» adeptos a ritmo de Walking Dead.

La consecuencia práctica, es que tenemos a toda una sociedad practicando el victim-blaming a gran escala porque, según ellos, era tu responsabilidad haber previsto que el peor de los puñeteros escenarios posibles sucedería y que, para que finalmente haya podido hacerse realidad ha tenido que intervenir el hecho de que seas un iluso, un ingenuo o alguien con escasa inteligencia. Esto es lo que yo llamo La Dictadura de los Cínicos; cuando toda una cultura hegemónica interpreta tus desgracias personales (pero también tu opresión, las injusticias sociales que sufres) como el justo y merecido castigo por confiar en otros seres humanos porque «¡qué se joda! así aprenderá».

Estamos hablando de seres grises cubiertos por una armadura brillante e impoluta [ref], no sea que un rayo de luz/esperanza/calor termine alcanzando su pálida piel. Se les identifica con facilidad porque lucen con orgullo esa pose que parece querer decir «vengo de vuelta de todo» y no es posible precisar si nacieron ya así de prepotentes o se volvieron luego, pero según su propia creencia debe ser lo primero porque les encanta aseverar que la «naturaleza del ser humano es intrínsecamente mala» y que, si no pasan aún más cosas horribles, es porque la sociedad nos moldea para que nos cortemos un poquito. Para ellos la vida es un valle de lágrimas, pero no son cristianos, más bien seguidores del Señor de Luz: «La noche es oscura y alberga horrores» así que mejor no salgas con ese escote, mujer, que los tíos no sabemos controlar nuestros impulsos: «Homo mujeris lupus».

Por supuesto, a los cínicos no les sorprende nada de esta vida. Porque sorprenderse es, obviamente, una debilidad. Significa que aún no estas aguardando que el resto te causen «el mal» en todos sus formatos y grados de intensidad posibles: Debes esforzarte más. Necesitas endurecerte. Porque la mejor manera de evitar que te hagan daño es pensar cómo los demás podrían intentar hacértelo. Y uno podría verse tentado a pensar: ¿Por qué nadie iba a querer hacerme daño, si yo no he hecho mal a nadie? Pero eso no importa: si no eres tan cínico como ellos serás débil. Frágil. Estarás expuesto. Como una florecilla de invernadero que no ha conocido el frio invierno. Aún. Porque Winter is coming.

Lo peor es los cínicos es que ni siquiera puedes criticar su forma de pensar. Porque, en el fondo, todo lo hacen por tu bien. Deberías estar agradecido porque, no sólo se preocupan por ti, sino que además se dignan a alumbrarte con su infinita sabiduría vital (a.k.a. superioridad moral). ¿Qué clase de ingrato eres para no agradecer que te juzguen con un tonillo condescendiente del bueno?

¿Qué podemos hacer entonces ante los cínicos?

Nada. Mantenerlos lo más lejos de nosotros que nos sea posible e impedir que los palos y sinsabores que nos depare la vida nos transformen en personas resabiadas.

Sólo podemos seguir siendo los mismos «ilusos» que creemos que Tiziana no hizo nada malo, sino que en realidad fue asesinada por el machismo de toda una sociedad..

Lo único que podemos hacer es seguir siendo los mismos «idiotas» que pensamos que, cuando una mujer es violada, no es culpa de su forma de vestir, ni de lo oscura que era la calle por la que iba o de si antes había flirteado, sino única y exclusivamente de la escoria de hombre capaz de drogar o ignorar un NO con tal de no quedarse con el calentón.

Por suerte, nosotros seguiremos siendo los mismos «ingenuos» que saben que cuando se da una situación de maltrato perpetuado en el tiempo, la responsabilidad no es de la mujer por no dejar a su pareja o por no denunciarle, o por hacerlo y luego retractarse, sino única y exclusivamente de la escoria de hombre capaz de golpear a quien dice amar y de unas instituciones que abandonan a las victimas a su suerte.

Porque en el fondo, lo que les ocurre a los cínicos es que no se fían de si mismos y «se cree el ladrón que todos son de su condición«. Porque, si la cobardía y el ser miserable fuera un deporte, el cínico lo llevaría hasta la excelencia con espíritu de superación olímpica.

Pero no van a poder con nosotros.

Porque, mientras que ellos son sus propios enemigos, nuestra mejor arma es que SI creemos en algo. Nuestra capacidad para confiar y para sorprendemos. Nuestra sonrisa. Nunca dejaremos que nos quiten eso.

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