graffiti bromas ofensivas

Sobre lo Políticamente Correcto

Estimados señores Juan Soto Ivars, Javier Gómez (perpetradores de esta basura execrable de artículo) Santiago Gerchunoff (autor de esta otra bazofia panfletaria) periodistas, políticos y personajes públicos que sean de su misma opinión y también esa masa amorfa de ciudadanos anónimos que reproducen el mismo discurso cuñado mientras aplauden a los anteriores.

Tengo algo que decirles acerca de la corrección política pero, si les parece, vamos a empezar por el principio:

1. Expresarse libremente es un derecho. Ofender a otras personas NO.

Así de simple. Y si, ya se que no a todo el mundo nos ofenden las mismas cosas y blablabla, relativismo moral… blablabla, sólo es humor, no hay que tomárselo tan a pecho, blablabla. Háganme un favor: No me toquen las gónadas. Todos sabemos perfectamente que hay ciertas «bromas» que son objetiva y particularmente ofensivas y humillantes para con sus destinatarios (con indiferencia de que ALGUNOS de los aludidos decidan no darse por enterados, o prefieran aparentar que no les afecta en absoluto).

2. No es lo mismo ofender a los de ‘arriba’ que a los de ‘abajo’.

Porque, por si no se habían dado cuenta:

Criticar (despiadadamente), provocar con el sarcasmo, parodiar, satirizar o ridiculizar a través del humor a las estructuras de poder hegemónico (llámese Estado, Iglesia, Capitalismo, etc) y/o al establishment que lo ostenta (toda suerte de reyes, presidentes, caciques y tiranos, herederos varios de la inquisición, empresarios opulentos que compran voluntades y estómagos agradecidos) amparados en sus leyes retrógradas, sus fuerzas represoras «del orden» y con todos los altavoces mediáticos a su disposición (TV, prensa, radio)… A eso, se le llama LUCHA SOCIAL. Hacer eso, es subversivo, revolucionario y, según en que lugares y momentos, puede ser incluso bastante peligroso. Por ese motivo, arriesgarse a sufrir las consecuencias de todos modos es siempre sinónimo de valentía.

Mientras que, criticar (despiadadamente), provocar con el sarcasmo, parodiar, satirizar o ridiculizar a través del humor a las minorías étnicas, colectivos históricamente discriminados y perseguidos (como son las mujeres y LGTB), a las personas con diversidad funcional o en situación de exclusión social; todos ellos privados de poder con el que poder intimidar a través de represalias legales o violentas y cuyo único medio para hacerse oír es movilizarse y gritar consignas en una plaza… Eso, señores, contribuye a perpetuar la OPRESIÓN que sufren en nuestras sociedades. Y por eso, hacerlo constituye una especie de ensañamiento que, si ha ser sinónimo de algo, sólo podría serlo de ruindad. Y de una inmensa COBARDÍA.

3. La violencia y la discriminación NO son cosas divertidas.

Igual no se han dado cuenta pero, el hecho de que las mujeres puedan votar al fin; que en TV salga algún que otro gay en prime time o que se haya roto la frontera virtual de tener un presidente negro en la Casa Blanca (cosas todas ellas impensables hasta hace tres telediarios) NO ha solucionado todos los problemas de estas comunidades. Ni mucho menos.

Creo que los avances sociales de las últimas décadas han hecho que se nos olvide que NINGUNO de esos colectivos disfruta aún de todo el RESPETO y las OPORTUNIDADES que se merecen. Y no es que se vean privados de ellas por lo que piensan. Ni por lo que dicen. No es por lo que hagan o dejen de hacer. Ni porque no se esfuercen lo suficiente. Sino por aquello que SON. Simple y llanamente.

Algo que, por cierto, no pueden cambiar: Nadie puede renunciar a ser lo que es. Nadie debería tener que fingir ser lo que no es. Nadie puede, por antojo, cambiar el color de su piel, ni su orientación sexual o su clase social. Su desventaja es en el fondo debida a la idea que la sociedad tiene de ellos. Lo que representan para el conjunto. Generalmente cosas que desconocemos y nos asustan (por ejemplo, el islam), cosas que no nos gustan (normalizar la homosexualidad) o las que ni tan siquiera podemos percibir (como la opresión que aún prevalece contra la mujer).

Y a eso es exactamente a lo que contribuyen sus «sólobromas» y sus comentarios abyectos: a mantener y fijar los estereotipos para que su representación social (cargada de prejuicios) permanezca intacta a lo largo del tiempo.

Bastaría con un poco de empatía (una miaja nada más, no se pide mucho) para darse cuenta de lo hirientes que pueden ser determinadas «bromitas sin importancia» cuando sientes que su única finalidad es ridiculizar tus experiencias traumáticas, quitarle hierro al asunto de las injusticias que sufres a diario o hacer apología de la opresión que te somete. En resumen: a lanzarte un mensaje alto y claro: «Te quejas de vicio porque «lo tuyo» no es para tanto». Sólo les deseo que experimenten alguna vez ese sentimiento en sus propias carnes o en la de algún ser querido. A ver cuál sería entonces su reacción: Hipócritas.

4. La «dictadura fascista» de la corrección política.

Lo que nos quedaba por ver a estas alturas de Siglo XXI es que desde el poder establecido, desde los medios de comunicación masiva, desde los extractos privilegiados de la sociedad, se esté desarrollando una retórica que presenta la corrección política como si de una nueva dictadura se tratase; como si el «lobby gay» o el «régimen femihembrista» existieran más allá de los sueños húmedos de algunos obispos y trogloditas cavernarios y tuviera margen real de maniobra para censurar, reprimir y ajusticiar a sus disidentes en la plaza pública, para mayor escarnio.

Lo que nos faltaba por aguantar es que hacer chistes sobre violaciones sexuales a mujeres, escupir comentarios desdeñosos sobre la esclavitud que sufrieron los antepasados de alguien, los chascarrillos jocosos jaleando masacres como la de Orlando o los propios términos despectivos (los feminazi, negrata, bujarra, etc) con que son denominadas las personas de colectivos discriminados, sea de pronto percibido como la quintaesencia de lo underground, una acto tal de rebeldía que queda reservado en exclusividad para los más osados.

Nos comparan ustedes con los de Charlie Hebdo y, de verdad; si fuera un chiste me reiría un montón pero, puesto que lo dicen totalmente convencidos, díganme: ¿Cuántas veces ha sido asaltada la redacción de cualquiera de sus periodicuchos fachas y manipuladores por un comando de feministas armadas con AK-47 dejando un reguero de sangre a su paso para que esa comparación (de mierda) sea legítima?

Por favor, no se corten: Denme datos, cifras, estadísticas. Ilústrenme: ¿Cuántas personas han sido secuestradas, torturadas y asesinadas por hacer un chiste políticamente INcorrecto? ¿Cuántas veces por hacer un comentario desafortunado han sido ustedes amenazados por un activista arcoiris con darles una paliza, violarles, hackearles para averiguar su identidad y su domicilio y de este modo ser acosados por una muchedumbre enfurecida con sus teas encendidas y demás parafernalia?

¿Saben a quien SI les pasan ese tipo de cosas?

Les sucedió a René Martínez (link). A Jo Cox (link). A Hande Kader (link). A Julhas Mannan y Mahbub Tonoi (link). A Andrea Noel (link). Y a tantxs otros que necesitaría un artículo sólo para esto. Les sucede  en los comentarios que reciben A DIARIO Barbijaputa. A cualquier mujer que ose declararse feminista. O lesbiana. El pan suyo de cada día (dossier al respecto).

Pero ni caso. Porque ahora resulta que no es que ustedes (con sus puñeteras bromas sin gracia banalizando el dolor de victimas de opresión) sean unos machistas, racistas, homófobos, clasistas, capacitistas, etc redomados cuya ideología intolerante no tiene cabida en el marco de una sociedad plural y democrática a los que (por tanto) habría que afear el gesto sancionándolos socialmente de una forma proporcional. No, ustedes (por lo visto) son presos políticos pudriéndose en una fría mazmorra del régimen dictatorial de la corrección política. Por favor, que alguien avise a Amnistía Internacional. Estos crímenes de lesa humanidad deben cesar ya. ¡Basta YA de patadas en la puerta de madrugada y pelotones de fusilamiento al amanecer!

5. La distopía Orwelliana del lenguaje.

No se como estará la cosa ahora, pero la última vez que me leí 1984, la Neolengua era un instrumento represor que consistía en mutilar a los individuos cognitiva y mentalmente.

Decir «diversidad funcional» en lugar de «minusválidos» NO es Neolengua, porque NO son «menos válidos» que usted. Lamento que su capacitismo les impida ver y aceptar esa realidad. No se si son consciente de que, si fuera por gente como ustedes, ni siquiera se les llamaría «minusválidos» porque ese término (que hoy es el standard) sería considerado a su vez como una corrección política innecesaria; con lo fácil que era decir «mancos«, «locos» y «tonticos» como antaño.

Puede que las palabras (por si mismas) no basten para cambiar la realidad social como por arte de magia. Pero desde luego, mantener expresiones vejatorias y capciosas no va a ayudar en nada a dicha tarea. Mientras que, quizás, cambiar la forma de hablar (para dejar de meter el dedo en la yaga una y otra vez) sea una parte necesaria del proceso para que la evolución de los trasfondos complejos sea algo materialmente posible.

Pero ustedes nuevamente hierran el tiro: Realmente, Neolengua es decir: «que hagan lo que quieran pero que no lo llamen matrimonio» para que su homofobia latente y soterrada vuele por debajo del radar de lo públicamente admisible.

6. Los cruzados ANTI-Corrección política.

El problema no está en que la sociedad busque un consenso de mínimos para no ofenderse mutuamente (y especialmente para no ofender a los más desfavorecidos) en aras del respeto mutuo y tender puentes para mejorar la convivencia. No.

El problema está en que los intolerantes de mierda se están empezando a cansar de fingir que no lo son (cuando resulta que va a ser que sí). El verdadero motivo por el que este debate vuelve a estar hoy sobre le mesa, es porque a un buen numero de señores les resulta cansado vigilar todo lo que dicen y delante de quien lo hacen porque, ahora si, se arriesgan a ser mirados mal y tildados exactamente cómo aquello que son.

El verdadero problema es, que quienes jamás han sufrido opresión alguna, están empezando a reivindicar un presunto derecho (inexistente) a la ofensa gratuita e innecesaria contra quienes tan siquiera puede defenderse.

Y una vez más, la situación está llegando a un punto crítico de polarización dónde no caben ya medias tintas ni tibiedades: Quien no se sitúa del lado de los oprimidos, lo está haciendo del lado de sus opresores (aunque sea por omisión). Allá cada cuál en qué lado prefiere situarse.

Yo tengo muy claro el mio.

Imagen de portada: Burla by Daniel Lobo [CC BY 2.0], via Wikimedia Common.

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