Basta de abortos clandestinos, aborto seguro ya

Sobre despenalizar el aborto

A los (autodenominados y mal llamados) «pro-vida», el feminismo les ha ganado ya en todos los campos: Les ganó con la ciencia en la mano. Les ganó con las estadísticas. También en el terreno de la ética, ya sea desde el utilitarismo o el materialismo dialéctico. Luego les ganó en las calles a ¡nivel internacional! Incluso les ganó en su propio campo, al emplear sus propios textos sagrados1 en contra de los dogmas y mentiras sobre el aborto que quieren imponer a las mujeres.

En Argentina sólo ha habido un ámbito donde el feminismo no ganó y, ¡qué casualidad!, fue dentro de una cámara obsoleta y plagada de señores que huelen a naftalina. Alguno de los cuales llegó a afirmar en el debate previo a la votación cosas tan graves como esta: «En las violaciones intrafamiliares no se puede hablar de violencia». Fue Rodolfo Urtubey, Senador nacional por la provincia de Salta. Tal es el nivel de los «pro-vida».

Pero esos tarados que se enfundaban en la pañoleta azul con el eslogan «salvemos las dos vidas» para agredir violentamente a mujeres deberían aprovechar para celebrarlo mientras puedan. Porque el feminismo también les ganara allá. A sus vecinas uruguayas  les llevó hasta tres intentos conseguir aprobar la Ley (2012), pero luego la consulta popular para la la convocatoria de un referéndum que la anulase fue un absoluto fracaso. Irlanda no lo consiguió hasta este mismo año y, en España, es uno de los primeros derechos fundamentales que parecen seriamente amenazados cada vez que gobierna la derecha, pero cuya controversia ya hizo caer al ministro Gallardón. El hecho objetivo es que, mal que les pese a los momias del OPUS, allá donde la separación Iglesia-Estado progresa adecuadamente, el aborto siempre se despenaliza y lo hace sin posibilidad de retorno (salvedad de un golpe Estado, lo cual no dudo que les encantaría).

Obligadas a ser madres

Y por eso no voy a explicar aquí porque es necesario despenalizar el aborto. Ni voy a desmontar sus presuntos «argumentos» basados de forma invariable en prejuicios religiosos acientíficos, irracionales, anti-éticos y dogmáticos. Todo eso ya lo hemos hecho. Lo que si haré, una vez más, será un nuevo (y enésimo) llamamiento a su empatía (si es que son capaces de sentir tal cosa):

Los métodos anticonceptivos van a seguir fallando. La falta de educación sexual va a seguir haciendo que muchas veces no se usen. Los «corresponsables» van a seguir yendo a por tabaco y no volviendo a aparecer. Los violadores van a seguir violando. Y cuando eso suceda, no podrán impedir que en la mayor parte de los casos, esas mujeres decidan abortar. Ni siquiera adoctrinándolas en que es pecado, ni atemorizándolas con la prisión u otras consecuencias legales. A la mayoría no las retiene ni siquiera el riesgo a morir o quedar gravemente heridas. Lo hacen de todos modos porque NADIE puede obligar a una mujer a llevar nueve meses en su vientre una vida en potencia que no desea traer al mundo y que, a la postre, va a condicionar seriamente la suya hasta el final de su existencia.

A veces simplemente faltan los medios materiales para criarlo y cuidarlo (por cierto, que ahí no he visto a ningún meapilas católico pedir subvenciones y ayudas para que esas madres sin recursos puedan dar a sus hijos una vida digna y «salvar las dos vidas»). A veces saben que no están preparadas psicologicamente para dar el gran paso de ser madres y enfrentarse a todo lo que implica. A veces no quien tener absolutamente nada que las vincula con el hombre que sería el padre. Otras veces operan otras circunstancias personales más específicas; pero siempre, la decisión de abortar va acompañada de una preocupación por el bienestar futuro de esa «vida» que podría venir al mundo. Y ahí los señores no piensan en todo lo que supone nacer en un entorno que no te deseaba.

Quizás puedan entenderlo mejor si ven películas como 4 meses, 3 semanas, 2 díasRevolutionary roadLas normas de la casa de la sidra. Pero si ni siquiera eso ha sido suficiente para que comprendan, entonces tengan clara una cosa: nos veremos obligados a pasarles por encima como un acto de legítima defensa. Si se niegan a atenerse a razones y se empeñan en levantar muros para bloquear y resistir al cambio, los rodearemos con desobediencia organizada y derribaremos con violencia hasta que este drama cese por fin. Porque la libertad y el bienestar de las mujeres nunca se va a detener ante su hipocresía ni sus paranoias religiosas2. Por está claro que los dioses no paren, en caso contrario el aborto sería un sacramento.

La maternidad será libre y voluntaria. O no será.
Nunca más un castigo contra la mujer por su conducta sexual. Nunca más una imposición misógina.

Imagen de portada: recorte del cartel de la campaña #AbortoLegalYa de Amnistía Internacional.

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1 «La vida de la carne está en la sangre» (Levítico 17-11) Literalmente expresa que la vida no comenzaría hasta 18 días después de la concepción, cuando al embrión se le infunde sangre.
2 La postura oficial de La Iglesia no siempre ha sido la misma: todo proviene del debate acerca de cuándo el embrión recibe el «alma» (y con ella entidad humana y derechos propios) estimando la cifra en 40 días para los embriones «masculinos» y 90 para los «femeninos» desde la concepción ¡Gran avance aunque no lo parezca ya que, hasta el año 585, los señoros teológos dudaban seriamente que las mujeres tuviesen de eso! (a excepción de la Virgen María, claro) Posteriormente determinaron que no había una cifra concreta y diferenciada, sino que sucedía cuando la madre percibía los movimientos del feto (Criminalis Carolina, 1532) y no sería hasta 1869 con Pío IX, cuando se impuso la idea de que esto sucedía en el mismo momento de la concepción (animación simultanea).

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