Parece que el respeto y equilibrio entre las diferentes corrientes del feminismo se ha terminado por romper. Dicen que, en estos casos, no se trata de buscar culpables, sino de analizar las causas para poder acercar posturas de nuevo y alcanzar (aunque sea) un consenso de mínimos. Bien: pues analizando las causas está claro que eso no va a ser posible ya. Ciertos sectores han tensado tanto la cuerda que han conseguido que la coexistencia resulte imposible en lo sucesivo y han abocado a la lucha a una escisión. Quizás mirado desde fuera no es algo que vaya a notarse mañana (ni el año que viene), pero aquella utopía de un gran bloque feminista unido, con poder para alzar sus reivindicaciones a una sola voz, ya ha fracasado. Y para colmo, la traición ha llegado en el peor momento posible: cuando la amenaza del fascismo vuelve a hacerse más tangible que nunca, en santa alianza trifálica con la caspa más reaccionaria y el neo-liberalismo más atroz y deshumanizado. Para muchas de nosotras éste sin duda va a ser un 8M triste y pienso que, si no lo es para casi todas, probablemente será porque muchas aún permanecen ajenas a lo que está sucediendo entre bambalinas.
Es muy fácil ser feminista liberal. Basta con autodenominarte feminista, repetir un par de consignas del tipo que resulta (casi) imposible que cualquier persona pueda estar en desacuerdo y, sobretodo, no mirar nunca más allá de tu propio ombligo (lo que yo quiero, lo que a mí me empodera, yo-yo-yo, mí-mí-mí). Es un feminismo superficial, de postureo y que no exige grandes esfuerzos formativos o intelectuales, ni mucho menos aún sacrificios personales. Es un feminismo cuyas exigencias están basadas en el individualismo cortoplacista y, por tanto, sólo aspiran a poner parches encima de los problemas de las mujeres, a ver si se notan un poquito menos. Es un feminismo pro-sistema, pro-capitalismo y pro-productos-del-patriarcado ¿qué más se puede decir?
Pues bien, el discurso del feminismo liberal resulta tan carente de reflexión y espíritu crítico, tan asequible (facilón), flexible, tan “inclusivo” y blandito que hasta el propio opresor ha acabado siendo invitado a la “fiesta” y, tras haber superado la primera fase de rechazo instintivo, parece que incluso empieza a sentirse a gusto dentro de él.
Y no es para menos: En muchas ciudades, hemos visto como las compañeras abolicionistas de la prostitución y feministas radicales han sido excluidas, silenciadas, censuradas, insultadas, columniadas, amenazadas e incluso agredidas físicamente en las asambleas y diversos actos.
Y nada de esto ha sido un mero «descuido» o fruto de la desatención durante el intento por maximizar apoyos: La plataforma del 8M es cómplice necesaria. La actual plataforma organizadora del 8M está politizada (relacionada con personas del entorno de Podemos y sus confluencias) y simplemente está imponiendo su agenda y las líneas de su programa liberal. Quizás no liberal al estilo de Ciudadanos, pero sí liberal al estilo de Colau: esa clase de feminismo que pretende “arriesgar” alegremente el sujeto político de la lucha (a las mujeres) y que, en nombre de todas las prostituidas (pero escuchando sólo a unas pocas privilegiadas), quiere claudicar y rendir el movimiento para mayor gloria y blanqueo de los que, no hace tanto tiempo, eran considerados entre los máximos exponentes de la opresión machista: los puteros como meros «clientes de un servicio como otro cualquiera», los proxenetas como «empresarios del sexo» y ante los intereses económicos de estos últimos, que están detrás de la creación de sindicatos amarillos de “trabajadores del sexo” como es OTRAS.
Por cierto, que mi elección del término “fiesta” hace dos parrafos es completamente deliberado: Igual que ya sucediera con el Orgullo LGTB, la actual plataforma convocante del 8M también está desvirtuando un acto universal de protesta, lucha y reivindicación y no parece dispuesto a parar hasta haberlo dejado convertido en otro «carnaval» institucionalizado e inofensivo para el poder hegemónico del status quo. Y ni siquiera es eso lo peor. Lo peor es que tengan la desvergüenza de hacerlo en nombre del progreso social y la liberación feminista. En nombre del “empoderamiento” de las mujeres. En nombre de la igualdad y la justicia para todxs/todes. Lo peor es que, una vez más, todas hemos permitido que el patriarcado y el capitalismo se infiltren como un troyano para hacer lo que hacen siempre: Manipular, tergiversar, enfrentar, dispersar y desmovilizar. O dicho de otro modo, destruir desde dentro todo aquello que considera una amenaza… hasta fagocitarlo.
Mañana, muchas mujeres nos volveremos a sentir huérfanas y poco o nada representadas. OTRA VEZ. Pero esta vez dentro de nuestro propio movimiento, el que creamos para liberarnos: el que se suponía que debía ser por y para nosotras. El de 2019 va a ser un 8M muy triste… pero yo aún espero que estemos a tiempo de hacer algo por remediarlo y que sea también el ultimo que debamos sentirnos así.
[Click aquí para leer el comunicado del Partido Feminista que, en esta ocasión, suscribimos plenamente]