Podría haber titulado esta entrada en el blog como violencia obstétrica sin más, pero quiero que quede claro que es otra forma de machismo – para mí no hay ninguna duda de que dicha violencia es machista. Es ejercida sobre las mujeres por ser mujeres. Una vez más, y en un ámbito tan íntimo y delicado como nuestra salud sexual, se nos trata como si no estuviéramos capacitadas.
Bárbara dio a luz en plena pandemia este año 2020. Su caso es más especial debido a su historial médico previo: el seguimiento del embarazo ha sido más exhaustivo de lo habitual. Con todo, atendida siempre en la sanidad pública por decisión propia, afirma que su plan de parto «se fue al garete con la pandemia […] todo fue raro por los protocolos del virus». Dio a luz a su pequeño en el hospital de Arganda del Rey (Madrid). Atendida siempre por mujeres, salvo por un enfermero, agradece que le preguntasen continuamente qué prefería y que mantuviesen su habitación con luces tenues. El parto se complicó y terminó en cesárea por la salud del bebé, de lo cual estuvo informada en todo momento.
Marta afirma conocer el término violencia obstétrica y no haberla sufrido, precisamente por haberse asesorado con El Parto Es Nuestro desde el primer momento del embarazo y haber acudido a sus reuniones. Afirma haber sufrido “paternalismo obstétrico” (es decir, machismo), especialmente durante el postparto, a pesar de haber podido tomar libremente todas y cada una de las decisiones al respecto de su embarazo y su parto, del que le hicieron seguimiento en diferentes centros de salud de la Comunidad de Madrid, todos ellos públicos, y en alguno de los cuales asegura haberse sentido «como cuando va un coche a la ITV». (Quién no se ha sentido así alguna vez en la consulta – quizá lo que falte es formación al respecto de cómo tratar a un paciente, en cualquier especialidad médica). Finalmente, su retoño nació en Torrejón de Ardoz (Madrid), bajo la premisa del parto respetado. Cada vez que tenían que tocarla, moverla, ponerle una vía, etc, le informaban de ello y le pedían permiso para manipular su cuerpo. ¿No debería ser siempre así en cualquier consulta médica? Me pide incluir un agradecimiento especial a su matrón Antonio (febrero de 2017). Se trata de un hospital público de gestión privada y ella afirma que hay gran diferencia entre que sea así o 100% público. Mucho mejor trato en el primer caso. De todos modos, asegura no haber sido informada de todos los procesos por parte de los equipos médicos. Fue ella quien se preocupó de saber lo que iba necesitando a cada momento. Ha sido ya en su centro de salud de Valladolid donde ha descubierto, por ejemplo, cómo afecta el embarazo a la salud dental.
Silvia dio a luz a su hija en 2013, en el hospital de Gijón (Asturias). Fue un parto largo y lento que comenzó tranquilamente en casa, sin dolores, y terminó casi un día después mediante cesárea para proteger la salud de mamá y bebé, quien llevaba demasiadas horas sin líquido debido a la rotura de la bolsa y cuyas pulsaciones estaban disminuyendo alarmantemente. A pesar de que todo el proceso fue respetuoso e informado y se respetó su plan de parto, como ella misma asegura, no pudo hacer el «piel con piel» por tener los brazos atados a la camilla ni supo qué medicamento le inyectaron antes de la intervención, aparte de la demasiado habitual oxitocina. Tampoco nadie le había informado de lo que ocurre después de un alumbramiento por cesárea: la recuperación, la lactancia, etc.
Me habla también A, que dio a luz en 2008 en una clínica privada de Alcorcón (Madrid), en la que le provocaron problemas a largo plazo por una cesárea mal hecha.
B fue atendida en la reconocida Fundación Jiménez Díaz (Madrid), donde sufrió violencia obstétrica desde el principio, sin ser consciente de ello. (Por mi propia experiencia, este hospital deja mucho que desear en temas de ginecología, en cuanto al trato a la paciente, a no ser que acudas con seguro privado).
C asegura que en Valladolid no se respeta el plan de parto en ninguno de los dos hospitales públicos.
Desde Eibar (Guipúzcoa) D indica que, en general en todo el País Vasco, no se concibe un embarazo no respetado: los equipos médicos dan por sentado que toda embarazada será respetada y que su plan de parto, a no ser debido a complicaciones, será cumplido al pie de la letra. Por lo que escucho, es algo genérico en la medicina allí: el trato al paciente es respetuoso y cercano.
Entonces, ¿qué es la violencia obstétrica?
En los hospitales y consultas de nuestro país se dan las siguientes formas de violencia sobre las pacientes: infantilización, ausencia de información, cesáreas programadas, parto inducido con oxitocina artificial (es una hormona que segregas de manera natural), postura en decúbito supino, o prácticas invasivas como la maniobra de Hamilton (tacto vaginal que produce dolor), la maniobra de Kristeller (presión sobre el útero para hacer descender al bebé), la episiotomía (incisión en la vulva para facilitar el parto, innecesaria si te permiten elegir la posición en la que quieres dar a luz) – todas ellas con traumáticos y prolongados efectos secundarios. Esto, hablando sólo del embarazo. Las consultas ginecológicas en general y los tratamientos de fertilidad, en particular, darían para un par de artículos más en este blog.
Una cosa es un embarazo o un parto de riesgo. Y otra muy distinta es realizar todas estas prácticas de manera sistemática para la comodidad del equipo médico, al cual le va bien salir a su hora para no perderse el partido de fútbol o la escapada a la playa. Todas estas intervenciones se pueden reducir al mínimo y aplicarlas sólo en caso de necesidad real, si se permite a la mujer disponer de tanto tiempo como necesite, moverse libremente, elegir la postura en que va a parir y tener el control de su propio cuerpo y sus necesidades.
No olvidemos que una mujer embarazada es una mujer vulnerable. Pero sigue siendo una mujer. No es una niña, no es invisible, no se puede pasar (ni pisar) por encima de sus derechos. Una mujer no pierde su capacidad de decisión en el momento en que se queda embarazada. Más bien, al contrario, es justo el momento en que tiene, o debería, tener más claro lo que quiere que hagan con su cuerpo y la vida que está gestando en él. Hay casos tan aberrantes en los que las mujeres, pasado el tiempo, han llegado a afirmar que sus partos han sido tan traumáticos que se han sentido violadas.
Las mujeres con quienes he hablado consideran haber padecido mayores indicios de machismo en doctores hombres, en general, seguido de doctoras de edad avanzada. No puedo decir que me sorprenda: se trata de una cuestión de educación y somos las jóvenes quienes estamos abriendo camino con el feminismo.
La información es poder
No hay estadísticas ni datos concretos porque no se habla lo suficientemente de ello: es decir, hay muchas formas de violencia obstétrica, pero no hay estudios específicos al respecto. Es más, la asociación El Parto es Nuestro ya ha denunciado la falta de transparencia en cuanto a los indicadores de atención al parto por hospitales. Es un tipo de violencia tan normalizada que ni siquiera somos conscientes de ella.
El Parto Es Nuestro es, según su propia web, «una asociación sin ánimo de lucro y feminista, que pretende mejorar las condiciones de atención a madres e hijos durante el embarazo, parto y posparto en España». En 2020 se cumplen 15 años de su creación. Gracias a su trabajo las cosas están empezando a cambiar poco a poco. Se dedican a apoyar e informar a las mujeres y en su equipo cuentan con médicos, matronas, psicólogos, asesoras, fisioterapeutas y asistencia jurídica. Esta asociación organiza reuniones mensuales en aquellas localidades en las que tienen sede, abiertas a quien quiera unirse y compartir: embarazadas, madres, padres, mujeres sin hijos. Durante los meses de confinamiento por el COVID han estado muy pendientes de informar a todas las futuras madres ofreciendo asesoramiento y formas de contacto con ellas, pues en muchos hospitales las embarazadas y las parturientas estaban perdiendo, de la noche a la mañana, todos sus derechos. Así como, también, sus parejas y/o acompañantes.
No existe una definición de violencia obstétrica única y acotada. Para algunas mujeres incluye cualquier consulta y tratamiento relacionado con nuestra salud sexual. Para otras se refiere a todo lo relativo al embarazo, parto y postparto. Venezuela y Argentina tienen tipificado este concepto en su Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (Venezuela) y Ley 26.485 (Argentina). En España, por el momento, no está tipificada.
El 30/09/2014 la Organización Mundial de la Salud publicó una Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud, en la que exponen que «todas las mujeres tienen derecho a recibir el más alto nivel de cuidados en salud, que incluye el derecho a una atención digna y respetuosa en el embarazo y en el parto, y el derecho a no sufrir violencia ni discriminación».
Afortunadamente, en España es cada vez es más común oír hablar de hospitales donde se garantiza el parto respetado: equipos médicos que saben, aceptan y respetan lo que es un plan de parto, visitas guiadas a instalaciones para que la futura madre pueda resolver todas sus dudas al respecto y acudir tranquila a todas las consultas y al alumbramiento. Desafortunadamente, estos avances son extremadamente lentos y dispares. La división autonómica de nuestro país acentúa las desigualdades entre hospitales y es desolador saber que, dependiendo de tu lugar de residencia (o tu capacidad económica para desplazarte) determinadas opciones ni siquiera existen para ti.
Si nos salimos de España, es fácil encontrar datos absolutamente opuestos, dependiendo del país y su sistema sanitario. Es importantísimo que dispongas de toda la información posible antes de tomar decisiones sobre dónde, cómo y quién quieres que te atienda durante esta etapa tan importante en tu vida.
Como en cualquier cuestión de salud, no aceptes la primera opinión ni la tomes como única opción. Pregunta, infórmate, cuestiona lo que te ofrecen, pide alternativas y otras opiniones. Lleva tu plan de parto tatuado en la frente, que todo aquel que te atienda lo conozca y lo respete. No te conformes. Y, sobre todo, busca profesionales con formación en feminismo.
Gracias a Marta, Bárbara, Silvia y a las demás mujeres anónimas por compartir conmigo vuestras experiencias y por permitirme plasmarlas aquí. Este artículo no hubiera sido posible sin vosotras.
Más información sobre violencia obstétrica:
Web oficial de El parto es nuestro. [Observatorio de violencia obstétrica].
[VIDEO] Seminario de Violencia Obstétrica de Ibone Olza (psiquiatra infantil y perinatal, cofundadora de El Parto es Nuestro) y Michelle Sadler en la Universidad de Bergen (14/03/2016).
Informe ONU (11/07/2019) basado en los derechos humanos del maltrato y la violencia contra la mujer en los servicios de salud reproductiva, con especial hincapié en la atención del parto y la violencia obstétrica.
El sexo, en pocas palabras (2020) dirigido por Ezra Klein, Melissa Bell, Matthew Yglesias. (Disponible en Netflix)
El renacimiento del parto (2013) dirigido por Eduardo Chauvet. Serie documental en tres partes. (Disponible en Netflix) Aviso de contenido sensible: Muy incómoda de ver pero, precisamente por ello, muy necesaria.
En general, la realidad de las mujeres en el mundo es extremadamente incómoda. Ya va siendo hora de cambiar eso.
Conozco un caso que me toca bastante lejos pero que me impactó sobremanera, a la hermana de un compañero de trabajo, en un hospital privado (no recuerdo cuál), la abofeteó una matrona por estar ella muy nerviosa, querían tomar medidas legales, desconozco cómo acabó el asunto
Muchísimas gracias por compartir, Marta.
Nos parece un horror lo que nos cuentas. No tenemos adjetivos para describir estas situaciones… Lo lamentamos por ella.
No descansaremos hasta que cambien las cosas y la medicina (y todo lo demás) sea tratado desde el feminismo.
Es una guerra y no la van a ganar.
Compartir es nuestra mejor arma.