Salir de fiesta por el mundo (hetero) solía parecerse demasiado al típico documental de animales de La 2 y no lo digo sólo porque yo fuera una espectadora pasiva desde cierto desinterés en ambas situaciones. Como casi cualquier producto cultural o de entretenimiento, los documentales de animales de la hora de la siesta están impregnados de machismo. En las locuciones que acompañan los vídeos una voz grave, densa y soporífera de señoro comenta aspectos del comportamiento animal, interpretados subjetivamente bajo nuestros parámetros culturales. Esto se hace especialmente evidente al hablar de reproducción y apareamiento, donde se reflejan retóricas de dominación, según las cuales el macho acecha, persigue y conquista y la hembra, de naturaleza esquiva y selectiva, si acaso “consiente”. Siento decepcionaros, pero en el reino animal las cosas no funcionan así; los animales tienen dimorfismo sexual, pero no roles de género, ni tampoco nociones como el «consentimiento» u otros conceptos sociales que, descaradamente, proyectamos sobre el resto de las especies.
Ese tema tiene mucha miga, pero no es el que he venido a tratar hoy. Si adelantamos unas horas el reloj, avanzando desde la hora de la siesta a los últimos coletazos de la noche (cuando los bares estaban a punto de cerrar) y cambiamos la comodidad de nuestro sofá por el precario equilibrio de un taburete junto a la barra, encontraremos las mismas dinámicas que en los documentales.
Por eso, nuestros “queridos amigos” los gurús del ligue y de las citas (que ya gozan de su propio artículo en este mismo blog) copian, casi textualmente, las palabras de la consabida locución soporífera, utilizando un lenguaje belicista común, que en nada ayuda a entender las relaciones sexo-afectivas del homo ¿sapiens?
El safari que no quieres ver (y menos aún protagonizar)
Aprovechando dichas coincidencias (para nada casuales) me tomaré la licencia de presentaros, también a modo de documental, algunos de los especímenes de machos que he ido encontrando en mis incursiones por el ocio nocturno (cuando estaba abierto y sin restricciones).
Nota: todos los métodos de ligue descritos a continuación han sido testados en la vida real sobre mi persona. Muy a mi pesar, cabe añadir. Si eres mujer, es muy probable que hayas tropezado con los mismos, pero también con otros diferentes. Por favor, si es el caso no dejes de hacérnoslo saber, ya sea en los comentarios del texto, como en nuestra cuenta de twitter. Nos interesa conocer tus experiencias y los especímenes que, de seguro, habrás sufrido incluso en otros hábitats más inesperados. Si eres hombre, te aseguro que no hay ninguna necesidad de comentar con indignación que tú no eres así y cuán diferente te comportas tú ante mujeres desconocidas. Más que nada porque los casos que menciono son lo peor que me he encontrado, y no alcanzar niveles de patetismo tan absurdo a la hora de abordar (y violentar) a mujeres desconocidas no debería ser motivo de orgullo.
- El homo pagafantus: el macho de esta especie inicia su ritual de apareamiento invitando a la hembra a consumiciones, mejor si llevan alcohol, por aquello de que desinhibe y puede coaccionar el consentimiento. Este tipo de espécimen no suele aceptar un ‘no’ por respuesta, pudiendo recurrir a pedir otra ronda de lo que vea que estés bebiendo pese a una negativa directa. Y… ay de ti, como cedas a la presión: el macho de esta especie interpretará que ha adquirido derecho a acceder a tu cuerpo directamente proporcional al dinero que se ha gastado en la invitación no solicitada, e intentará lo que sea para conseguirlo, desde victimizarse porque te has aprovechado de él hasta ponerse agresivo.
- El homo borrachus comeorejus: cuenta la leyenda que hay un comeorejus en cada bar; el comeorejus en su día a día puede ser un tipo normal, quizás tu amigo de infancia o el contable de tu empresa, pero, creyendo que el alcohol desinhibe y le ayudará a socializar y ligar, se cogerá las peores borracheras, transformándose en este espécimen. El borrachus te hablará extremadamente cerca a un volumen como si estuviera a 10 km de distancia, lo que te incomodará sobremanera, no necesariamente por lo que te esté contando ni por percibir malas intenciones por su parte, sino por el olor a whisky puro, ginebra, o todo junto que sale de su boca, cuyos matices podrás notar perfectamente por su nulo respeto de la distancia interpersonal. Los efectos del comeorejus pueden ser aún más devastadores si tú también has bebido.
- El homo faltonus: este macho utilizará una técnica de apareamiento tan anti intuitiva como inefectiva (¿de verdad esta mierda les ha funcionado alguna vez con alguien?). Partiendo de la base de que considera que todas las mujeres estamos endiosadas y necesitamos que nos bajen los humos (da igual cuánto nos hayamos gastado en psicólogos por problemas de autoestima), su estrategia consiste en criticarte, o por tu físico o por tu inteligencia o deslegitimando tus gustos y aficiones, pensando que así bajarás en listón y estarás vulnerable para atacar.
- El homo faltonus misoginus: es una variante bastante común de faltonus; éste en vez de lanzar un insulto directo contra ti, hará una afirmación generalizada y estereotipada sobre las mujeres (normalmente en la línea de comentar lo calientabraguetas y estrechas que somos) para que tú intentes demostrar lo equivocado que está, a ser posible con actos en vez de palabras, siendo sexualmente complaciente. Estos seres se valen de nuestra misoginia interiorizada, y desean que no queramos ser “como las otras chicas”.
- El homo faltonus enmierdantus: es una variante extraña y peculiar de faltonus; éste curioso espécimen suele atacar a las hembras rezagadas que se mueven dentro de un grupo. Su táctica se basa en la creencia de que odias secretamente a tus amigas, intentará insistentemente halagarte comparándote y haciendo de menos a el resto de mujeres con las que sales, especialmente a la que él interprete como hembra alfa. La incomodidad evidente que sientas cuando un desconocido diga cosas arbitrarias y horribles de tus amigas le resultará imperceptible por su nula inteligencia emocional y sus prejuicios.
- El homo cebolletus: descendiente directo del homo erectus, se desconoce ninguna forma de lenguaje en esta especie. El cebolletus sólo se acercará a ti y a tu grupo de amigas, o cualquier otro ser con fisionomía femenina, y se pondrá a hacer un etílico y poco grácil baile de apareamiento, en el que se restregará contra ti (o cualquier otra) sin mediar palabra.
- El homo chamanus sanadoris: este espécimen es un cruce fallido entre psicoanalista sin titulación y Sandro Rey, con solo mirarte a los ojos bajo la tenue luz de un bar ve tu alma, tu aura, tus problemas emocionales y tus bloqueos sexuales y tiene la cura para todo ello: su pene. Si llegas a acostarte con él, probablemente sea uno de los polvos más mediocres y decepcionantes de tu vida.
- El homo chapus poliamorosis: algunas especies como los pingüinos o los cisnes son monógamas. Este espécimen no lo es y lo dejará muy claro a lo largo de una tediosa e innecesaria sarta de dilucidaciones existenciales; al final una cosa te queda clara: si además de sexo buscas cuidados, mejor acude a otra ventanilla. En cambio, hay otra cosa que no te queda tan clara: este macho no es monógamo, que sí, que ya te lo ha dicho… pero… ¿su novia lo sabe?
- El homo basicus insistentis: este espécimen es el más común, lo puedes encontrar hasta en los hábitats más insospechados. Si es rechazado, pedirá explicaciones y ninguna de las que le des servirá, ya que intentará darle la vuelta a la situación con algún chistecito o chascarrillo absurdo y repetitivo.
Tras de casi una década de relacionarme sexo afectivamente sólo con mujeres y un tercio de mi vida en una relación monógama he descubierto dos cosas: 1.- me gusta ser lesbiana y me ha traído algunas de las experiencias más bonitas y gratificantes de mi vida. 2.- es mejor no decir a los babosos de fiesta que lo soy, al menos si no quiero ser fetichizada y prefiero mantener mis instintos asesinos a raya. Así que suelo decirles que tengo pareja, así en neutro, y dejar que la presunción de heterosexualidad haga el resto, ya que, si algo respeta un hombre es la propiedad de otro hombre. Pero esta especie de macho se ha hecho inmune a esta respuesta igual que algunos mosquitos sobreviven sin problemas al insecticida, y cuando les dices que tienes pareja, te sueltan la misma broma de “no soy celoso”, creyéndose simpáticos y originales. - El homo sociabilis: da igual cuántos otros especímenes homínidos te hayan abordado en esa misma noche incluso en ese mismo bar, o que no tengas ganas de hablar, o que quieras estar con tus amigas (todo el mundo sabe que un grupo de mujeres están solas a no ser que un hombre vaya con ellas) o que tengas una cara de circunstancias que no invite a iniciar conversación contigo: éste ser pertenece a una especie gregaria y necesita socializar (curiosamente con personas del sexo opuesto, más jóvenes que él y con unas características físicas concretas) y, si no satisfaces sus necesidades sociales, eres una borde.
Conclusión
Está bien y es legítimo querer conocer gente nueva, en cualquier ámbito. Incluso de fiesta, o en un bar. Pero sería mucho más agradable y liviano si, antes de hacerlo, no se marcan unos objetivos o se proyectan en la otra persona unas expectativas.
En realidad, como bien decía Antiseductor, ya sabemos conocer gente de forma natural y sin molestar. Lo hacíamos en la infancia y lo seguimos haciendo durante la vida adulta en otros ámbitos (cuando llegamos a un nuevo centro de trabajo o estudios o cuando sólo buscamos entablar una amistad). Si abandonamos el propósito de ligar, entendiendo que estamos ante una persona (parece una obviedad, pero a veces se nos olvida) se abre ante nosotros la puerta de tener interacciones mucho más fructíferas, que posteriormente pueden acabar en algo sexual. O no.
¿Habrá cambiado algo de todo este despropósito cuando volvamos a recuperar cierta normalidad? ¿O por el contrario se recrudecerá debido a las ganas acumuladas de todo lo que no hemos podido hacer durante esta pandemia? Las duras restricciones y medidas profilácticas que hemos normalizado en este tiempo ¿pueden sernos útiles a las mujeres en la era post-covid a la hora de que se respete nuestro espacio personal y nuestra voluntad? O bien en su defecto, ¿podrán marcar un antes y un después a la hora de que empecemos a exigirlo? Quizás, que todo esto haya servido para algo sea cosa de todas ya que (yo, al menos) no tengo demasiada fe en las capacidades de los homus.