Nos encanta utilizar anglicismos, los hemos metido en todas las conversaciones, tengan sentido o no. Los titulares de prensa disparan palabras en inglés (reales o inventadas) para tapar la realidad. Nos creemos que somos menos pobres, menos estafadas, menos explotadas si lo decimos en inglés. Decimos co-working, co-living, car-sharing para autoengañarnos, para no ver la realidad: necesitamos compartir oficina, piso y coche porque no podemos permitirnos disponer de uno propio. Visto con cierta perspectiva puede ser hasta gracioso, si no fuera por el uso y abuso de dichos términos, realizado de manera consciente para mantenernos adormecidas, anestesiadas, en cierto modo ajenas a nuestra propia realidad. Ya ni siquiera prestamos atención cuando nos intentan colar un nuevo «palabro». Pero será mejor que mantengas los ojos bien abiertos, hermana, pues esta distorsión del lenguaje no es tan inocua como pueda parecer.
Si estás un poco al día de las aberraciones que los hombres perpetran sobre nosotras, conocerás el término stealthing. Al menos, te sonará de algo. Puede que no lo hayas leído nunca hasta este momento. Stealthing es una palabra que ni siquiera existe en el diccionario inglés. Existe stealth y significa cautela, sigilo, disimulo; aplicado en el ámbito militar se traduce como los adjetivos furtivo, sigiloso, invisible. El significado está bastante claro. Lo que entendemos por stealthing es el acto de quitarse el preservativo durante la penetración sin informar de ello a la pareja y sin que ésta se dé cuenta. Despreciable, ¿verdad? Tan despreciable como que la palabra no debería ni existir si quiera. No es stealthing, es violación. Pactar un encuentro sexual con preservativo y decidir prescindir de ello sin que hayan cambiado los términos del acuerdo, sin que tu pareja sepa qué estás haciendo, es una violación. Con todas sus letras. Sí, Manolo, sí, cuando has decidido que con el condón «no sientes lo mismo» y que te lo quitas sin informar de ello estás violando a tu pareja. Si te das por aludido, revísate lo que haces en la cama. Si quieres dejar de ser un violador, deja de comportarte como tal.
Lamentablemente, es un delito no tipificado aún y la actual ministra de Igualdad anunciaba el pasado mes de julio de 2021 que la ley lo reconocerá como agresión. Estamos todavía muy lejos de que sea reconocido como lo que es: violación. Es igualmente lamentable que para el Tribunal Superior de Justicia el término «consentimiento» siga siendo determinante a la hora de emitir sentencias cuando, como todas sabemos ya, el consentimiento puede estar supeditado al chantaje, la coacción, las amenazas y otros factores. Lo que debería tenerse siempre en cuenta es la presencia o no de deseo. Si no te expreso mi deseo de que te quites el condón y lo haces, me estás violando. Punto.
El principal problema de inventarse un nombre para todo, más aún cuando este nombre es un anglicismo, es que minimiza la realidad del hecho en sí. Si buscas en internet la palabra stealthing encontrarás un buen puñado de artículos que se refieren a este delito (no tipificado) como una «práctica sexual», como si de un juguete de cama se tratase, cuando la realidad es que es un abuso, otra demostración de poder de los hombres sobre las mujeres. Qué machitos ellos que se quitaron el preservativo sin que nos enterásemos… uh… qué listos que son, nos han hecho lío y se sienten poderosos, inteligentes, superiores. «Me quité el condón sin que se enterase jejeje» se podría leer en cualquier grupo de whatsapp de estos delincuentes. Ya sabemos todas lo que le gusta a los señores presumir de proezas de cama, sean o no reales. Lo triste es que ponen en riesgo nuestra salud y nuestra vida (ETS, ITS, embarazo), pero también ponen en riesgo la suya y esto es algo a lo que restan importancia porque para ellos lo primordial es dominarnos.
Igual que sucede con la prostitución, en ocasiones resulta profundamente revelador escuchar los testimonios de la otra parte, es decir: escuchar lo que ellos tienen que decir; lo que creen, lo que piensan, lo que sienten, por ejemplo, sobre las mujeres, sobre el sexo, sobre sí mismos, sobre cómo explican sus motivos para hacer lo que hacen. Escuchar a los puteros nos convierte en abolicionistas rápidamente y, escuchar a esta nueva modalidad de violador «a traición», no podía sino destapar su propia farsa. En el siguiente testimonio el machito de turno nos cuenta su película de cómo esta práctica es «una forma de vida» e incluso poco menos que un derecho «a difundir su semilla» (ojo ahí a la intersección con el factor incel), reconoce que entraña cierto riesgo (para él) pero no le preocupa demasiado («lo asumo») y, por lo visto, también «asume» el riesgo que inflinge a la otra parte porque, cómo no, «yo estoy limpio», aunque luego reconozca que no se hace ningún chequeo después de cada encuentro.
Obviamente, tampoco considera estar violando a nadie ni quebrantando la ley, pero entonces… de pronto te confiesa: «Realmente no deseo que se queden embarazadas, así que no dejo pistas para que no me llamasen». Espera, ¿qué necesidad hay de intentar evitar que te puedan contactar en el futuro si, según tú, no has hecho nada malo? ¿Qué es lo que se supone que «asumen» estos señores exactamente si, en el fondo, borran su rastro y se ocultan para intentan evitar cualquier consecuencia que pueda derivarse de sus actos? Ninguna.
A pesar de que este tipo de práctica es catalogada por muchas víctimas como «violación«, el hombre le quita importancia: «Me pongo un preservativo y luego me lo quito; no creo que esté violando la ley».
En países como Reino Unido, Canadá, Alemania, Nueva Zelanda y Suiza el stealthing se considera violación y es, por lo tanto, ilegal. Lo mismo sucede en algunos estados de los Estados Unidos de América. A pesar de todo, las leyes no son claras al respecto, aunque sí lo son las estadísticas obtenidas en dichos países: hay un 33% de mujeres y un 20% de hombres homosexuales víctimas de esta mal llamada nueva moda. Como en todas las estadísticas realizadas, especialmente las que se refieren a la salud sexual, sabemos que estos datos están lejos de ser reales (me atrevo a decir que las cifras son más elevadas), pues muchas de las personas encuestadas mienten por vergüenza. Esa misma vergüenza que ellos no sienten cuando se quitan el preservativo alegando que «se siente mejor sin nada», mensaje bajo el cual subyace la búsqueda de poder y la ruptura de los vínculos de confianza, el ansia de dominación, la demostración de superioridad sobre nosotras. Lo de siempre, vaya, pero llevado un paso más lejos. Es increíble el nivel de mezquindad que puede alcanzar el hombre cuando demuestra su odio hacia la mujer.
Afortunadamente para nosotras ya hay quien se ha puesto a la tarea de dirigir el foco a este delito y recopilar información que pueda ayudarnos: la investigadora del Centro Nacional de Leyes para la Mujer de Estados Unidos Alexandra Brodsky publicó en 2017 un informe en el que se demostraba la expansión creciente de esta detestable práctica. Los testimonios de las mujeres a las que entrevistó ponen los pelos de punta: temor de contraer ETS e ITS, miedo a embarazos no deseados, sensación de vulnerabilidad, pérdida de confianza, etc. Desde 2017 hasta ahora no se ha publicado ningún otro informe relativo a este tema y en muchos países, entre los que se encuentra España, no hay registro de este tipo de violaciones, pues si ya es complicado que denunciemos estos delitos, más aún es hacerlo cuando ni siquiera conocemos cómo se llaman o que, de hecho, son un delito y no un juego de cama. Con todo, cada vez hay más denuncias, nos vamos haciendo conscientes y no nos lo guardamos para nosotras.
Cuídate, mujer. Cuídate mucho. Si eres víctima de stealthing, acude a tu centro médico tan rápido como te sea posible y solicita un chequeo completo. Habla, habla con alguien de confianza, comparte lo que te ha sucedido. Recuerda que tú no eres culpable, eres víctima. Cuídate. Y exige a tus compañeros de cama análisis de sangre recientes, exige cumplir lo pactado, exige que te cuiden y te valoren como se cuidan entre ellos (ah, la camaradería entre señores, esa que les falta para con nosotras) y, sobre todo, exige respeto. No pidas menos, nunca te conformes con menos: es tu salud la que está en juego.