La semana pasada Shakira nos sorprendió con su colaboración con Bizarrap. Ésa fue la primera vez en mi vida que escuchaba el nombre de este productor discográfico, así de desfasada estoy con el panorama musical. Con respecto a ella, dejé de prestarle atención antes de la era de su disco Loba/She Wolf (2005) y me quedé anclada prácticamente en todo lo que hizo antes de teñirse de rubia. Obviamente, he bailado con sus «Waka waka», «Gypsy», «Loca», «Me enamoré». Ha sido imposible no escucharla, no verla, no saber de su vida. Dejando de lado mi opinión al respecto de exponer a los menores a las redes sociales y a la esfera pública (no, nunca, bajo ningún concepto), creo que hace muy bien en estar hasta en la sopa. ¿Acaso no hacen lo mismo los señores, si se les da la oportunidad?
A lo que voy – ahora que han pasado unos días y la fiebre de memes está remitiendo, quisiera hacer un pequeño apunte: no es la única, no es la primera, incluso no es la más elegante, pero ojalá todas las mujeres que tienen un altavoz lo utilizasen para gritar su rabia, su frustración, su pena, su desamor, los engaños, menosprecios y traiciones que han sufrido. Ojalá todas expresasen lo que han vivido de manera tan clara como ella lo ha hecho en su «Sesión #53». He tenido mis dudas, y aún las tengo, al respecto de que mencione a la otra mujer. Por todo lo demás, poco mete el dedo en la llaga, con todo lo que ha debido aguantar. Mi más sincera admiración por lo que ha hecho. [Esta no es la opinión del equipo de Feminismo de la Reconciliación, solamente la mía.]
Shakira no ha sido la primera
Ya lo he dicho antes, Shakira no ha sido la primera ni la única, pero espero que tampoco sea la última. Taylor Swift se desquitó en su álbum «Red» (2012), el cuarto de su carrera. Por si te lo perdiste, ella tenía 22 años y un señor la había roto el corazón. Con su tema «We are never ever getting back together» (que todas hemos tarareado o bailado alguna vez) vendió 1,2 millones de copias y llegó al número 1 por primera vez en su carrera. Olé por ella. El disco está plagado de joyas en las que arremete contra él y habla de la relación que tuvieron. Si gracias a esa ruptura sentimental ella ha conseguido reputación, dinero, reconocimiento como artista y, sobre todo, liberarse de la discográfica que la impedía ser ella misma y recuperar los derechos de sus canciones (es algo por lo que todavía está peleando), bienvenido sea. Taylor, reina, gracias por no callarte.
La maravillosa Adele también ha sabido monetizar sus decepciones amorosas. Su tema «Easy on me» con el que volvió a la escena musical en 2021 y que forma parte de su cuarto álbum «30» ha conseguido cinco nominaciones a los premios Grammy de este año y, lo que es más importante, que se haya podido desahogar hablando de su ex pareja y las prioridades que cada uno tenía en esa relación. ¿Mujeres poderosas anteponiendo las necesidades de los señores con los que conviven a las suyas propias? ¿Dónde? ¿Cuándo? Sí, amiga, esto siempre ha pasado y siempre pasará… A no ser que todas demos un puñetazo en la mesa y cambiemos las reglas del juego.
Aunque la carrera musical de Miley Cyrus haya estado siempre envuelta en la polémica (como todas las mujeres que un día fueron «chicas Disney» y decidieron dejar de serlo para empezar a hablar alto y claro expresando sus propias ideas), no debe ser nada fácil ser ella. Desde mi punto de vista, es un modelo a seguir en cuanto a no tener pelos en la lengua y pisar fuerte allá por donde pasas. Joven, pero segura, tiene claro que nadie va a mantenerla callada. Y por eso tampoco quiso perder la oportunidad de hablar sobre su divorcio en el tema «Slide away» (2019) o dejarle bien claro a su ex marido que ella está mucho mejor sola que mal acompañada en la recién editada «Flowers» (2023).
En mi memoria musical, la primera en hablar alto y claro sobre hombres que te destrozan la vida fue Alanis Morissette en su álbum de debut «Jagged little pill» (1995). Me resulta la más llamativa de todas las que he mencionado porque ella no tenía una trayectoria consolidada que le permitiera mearse en los hombres sin que le temblase el pulso; al contrario, acababa de llegar, le costó lágrimas y peleas que editasen su primer disco fuera de su Canadá natal (donde ya tenía dos grabaciones) y el primer single que sonó («You oughta know») estaba lleno de rabia, guitarras distorsionadas, enfado y necesidad de gritar a los cuatro vientos que le habían puesto los cuernos. En ese momento, Alanis tenía 21 años y hablaba sobre algo que le había ocurrido a los 19. Desde entonces, ya nunca cerró la boca: ha cantado al desamor, ha compuesto temas sobre los hombres que la violaron, sobre los abusos de las compañías discográficas, sobre la desigualdad en el mundo de la cultura, sobre las drogas que le daban para tenerla atontada, sobre la manipulación que sufrió, sobre trastornos de la alimentación derivados de los abusos a los que fue sometida. Ha hablado constantemente, tanto en sus canciones como en entrevistas y documentales. Y esperemos que no deje de hacerlo nunca.
You seem very well, things look peaceful
I’m not quite as well, I thought you should know
Did you forget about me, Mr. Duplicity?
I hate to bug you in the middle of dinner
It was a slap in the face how quickly I was replaced
And are you thinking of me when you fuck her?‘Cause the love that you gave that we made
Wasn’t able to make it enough for you to be open wide, no
And every time you speak her name
Does she know how you told me
You’d hold me until you died?
‘Til you died, but you’re still alive…
Se te ve muy bien, las cosas parecen tranquilas
Yo no estoy tan bien, pensé que deberías saberlo
¿Te olvidaste de mí, señor Duplicidad?
Odio molestarte en medio de la cena
Fue una bofetada en la cara lo rápido que me reemplazaste
¿Piensas en mí cuando te la follas?Porque el amor que me diste, el que hicimos
no era suficiente para que fueras honesto, no
Y cada vez que dices su nombre,
¿sabe ella cómo me decías
que me abrazarías hasta que murieras?
Hasta que murieras, pero sigues vivo(Letra de «You oughta know» – Alanis Morissette)
La música siempre ha tratado de temas cotidianos y hay incontables títulos relacionados con el desamor. Desde la ópera hasta Rocío Jurado, pasando por la genialísima Paquita la del Barrio y su «Rata de dos patas» (2004), la copla, el pop, el rock; Beyonce y su disco «Lemonade» (2016), enteramente dedicado a su ruptura; P!nk y su muy pegadizo tema «So what» (2008) en el que ponía de vuelta y media a su pareja, Christina Rosenvinge dedicando también un disco entero a su ex («Verano fatal», 2007) o, más recientemente, Zahara con su magnífico «Puta» (2021) con el que podemos considerarla la Alanis Morissette patria: acumula una mochila vital igual de espantosa y ya no habrá quien la haga callar. Podemos decir que «el desamor está en el aire». Pero parece que sólo es molesto cuando lo cantan las mujeres.
La barrera del idioma
¿Por qué ha habido tanto ensañamiento con Shakira desde que publicó «Music Sessions #53»? ¿Es porque no ha pensado en la repercusión que todo este jaleo tendrá en la vida de sus hijos? ¿Es por el clasismo de que la acusan cuando menciona a la amante de su ex? ¿Es por cosificarse y compararse con coches de lujo y relojes caros? ¿Por decir el nombre de ella sin tapujos? ¿Hubo todo este alboroto cuando Taylor reventó las listas de ventas, reproducciones y escuchas en 2012? ¿Y cuando lo hicieron Adele, Miley, Alanis y todas las demás? Diría que no. Y diría que tampoco hemos debatido y discutido la acción de Shakira porque nos importen sus hijos o la manera en que se dirige a la otra mujer. En mi opinión, llevamos tantos días hablando de esto porque ahora podemos hacerlo: ahora entendemos la letra de la canción y sabemos exactamente qué dice y cómo lo dice. Por eso algunas mujeres y la mayoría de hombres le están dando tanta caña. A menor escala, es algo que también le ocurrió a Zahara: aunque su disco fue recibido con cariño y admiración por la mayoría de mujeres, pues nos sentíamos totalmente identificadas con lo que ella cantaba (abuso sexual infantil, trastornos de la alimentación, malos tratos, violaciones, techo de cristal, desigualdad laboral, suicidio), hubo quien intentó censurarla alegando que la portada del disco era ofensiva. ¿Les ofendía la imagen o más bien las palabras vomitadas por la artista, afiladas como puñales? ¿Y si hubiera cantado en otro idioma?
Si Miley, Alanis, Adele, Taylor y sus compañeras de profesión cantasen en español las habríamos despellejado vivas. Porque mucha sororidad y mucho feminismo, pero en cuanto una sobresale nos lanzamos a su cuello; y mientras exponemos nuestros puntos de vista se nos olvida lo más importante: todo esto no habría pasado si el infame de Gerard Piqué hubiera sido un tipo decente; uno que se sienta a hablar con su pareja sobre lo que no funciona, que decide terminar la relación en lugar de enfangarla involucrando a más personas, uno que cuida de sus hijos, respeta a las personas de su entorno y tiene un mínimo de dignidad. Pero qué le podemos pedir a «las estrellas» del fútbol, del rock o de cualquiera de esas profesiones que nos empeñamos en endiosar y encumbrar: nada. Esa gente no tiene valores humanos, especialmente si son hombres. No es envidia de mujer pobre, es simple y llana observación.
Mujeres, no nos hagamos esto. Los señores llevan toda la vida cantando sobre nosotras, amenazándonos de muerte, queriendo violarnos, poniéndonos de puta para arriba en las letras de sus coreados temas – incluso les hemos aplaudido por ello. Bastante complicado es para nosotras llegar a algún lugar destacable en determinadas profesiones como para que queramos tirar por tierra los logros de quienes lo consiguen, independientemente de nuestros gustos.
La sororidad (qué corrompido está ya este término) no consiste en defender a Clara Chía y atacar a Shakira, ni tampoco lo contrario. La sororidad la deberíamos enfocar en lo que de verdad importa, en lo que el feminismo defiende: poner la flecha en la cabeza de todos esos hombres que nos hacen la vida imposible, que nos utilizan, que nos ningunean. Él debería ser de quien hablamos, a él deberíamos estar sacándole los colores y no permitir que se vaya de rositas; todas sabemos (como sabíamos cuando empezó su relación con Shakira) que pronto habrá otra mujer más calentando su cama, otra u otras con las que será infiel a Clara. Centrémonos en señalarle, en señalarlos a todos, en que ninguna otra mujer quiera nunca relacionarse con ese clase de despojos humanos, en evitar que sigan causando más daño. Ayudémonos unas a otras.