Incel significa “célibe involuntario” en inglés. El derecho canónico define el celibato como una “elección voluntaria y libre de no adquirir un vínculo matrimonial y de vivir en continencia sexual por un motivo religioso”, de modo que el oxímoron viene a significar algo así como: persona a la que le gustaría mantener relaciones sexuales, pero que se ve “obligada” a mantenerse célibe por causas ajenas a su voluntad.
Huelga decir que la forma en que se nombren a sí mismos es lo de menos; la clave (como casi siempre) está en los detalles y, en este caso, eso pasa por fijarnos en cómo la contradicción deliberada contenida en la idea de poder ser célibe a la fuerza destila esa lógica victimista y pasivo agresiva, tan propia del macho herido en plena era de la crisis de la masculinidad. La misma lógica, por otra parte, que la de los MGTOW (Men Going Their Own Way), que son algo así como “tíos que pasan de las tías y han decidido ir a su bola” pero no porque eso sea lo que realmente quieren, sino como reacción a que ellas no les hacían ningún caso así que “ahora soy yo quien no quiere nada con vosotras, que os jodan, zorras”. La misma lógica también que la de los machos muy machos y mucho machos de derechas que llaman ofendiditas a las feministas e invierten ríos de tinta en denunciar la dictadura de la corrección política y la fragilidad de la generación de cristal, pero luego ponen el grito en el cielo porque se haga una película donde un clásico personaje masculino es revisitado en forma de mujer. La misma lógica también que la de ciertos referentes de la “izquierda” como los comunistas machirulos (el feminismo es burgués y me ha roto MI juguete a.k.a lucha de clases —llantos y lloros—). La misma lógica que los transos que hablan del techo de algodón y si no quieres comerte mi polla de mujer pues me suicido y pesará sobre tu conciencia”. Y, si me apuras, hasta esos otros que no dejan de hablar de “nuevas masculinidades”, de la necesidad de “deconstruirnos” y “reinventarnos” y no sé cuántas palabras rimbombantes más, pero que acaban demostrando que del dicho al hecho hay un trecho cuando “¿Cómo qué no quieres follar conmigo? Acaso no ves que soy un nuevo tipo hombre que ha sido capaz de revisar su propio machismo y trascender al imperativo patriarcal. ¿Cómo puedes no reconocer, apreciar y agradecer que sea un aliado del feminismo comiéndome un poco la polla?”.
Sólo hay dos visiones posibles en relación al sexo
Antes de entrar en harina considero pertinente plantear una cuestión: ¿Qué puede llevar a alguien (casi siempre hombres) a querer obtener sexo de cualquier tipo por parte de cualquier otra persona que NO le desea en absoluto y a sabiendas, por tanto, de que dicho contacto físico lo único que puede provocar a la otra parte será —inevitablemente— indiferencia (en el mejor de los casos) o bien rechazo, cuando no directamente asco?
Para mí es sencillo: Se trata de un trastorno mental que consiste en la incapacidad de concebir el sexo como algo que sólo merece tal consideración cuando es plenamente deseado y placentero por y para todas las partes que intervengan en él y siempre de forma desinteresada y lo mas igualitaria y horizontal posible. Y no cabe aquí ningún tipo de relativismo histórico o cultural. Los harenes, los matrimonios concertados y de conveniencia (por poner sólo dos ejemplos) nunca fueron cuestiones que tuvieran nada que ver con el sexo (aunque el sexo jugase un papel crucial en el asunto). Absolutamente todos los actores que participaban sabían de sobra que aquello trataba sobre política, o sobre fortuna, o sobre poder, o sobre estatus social y sabían diferenciarlo perfectamente de aquello otro que experimentaban cuando el deseo y el placer eran un fin en sí mismo y no un medio o instrumento para conseguir ninguna otra cosa. A eso se reduce todo, en el fondo. Y es que, a juzgar por nuestra deriva como especie, se ve que el dinero, la falsa ilusión de ejercer poder o dominación sobre otras personas y los títulos o el reconocimiento, admiración o el aplauso del ajeno son capaces de proporcionar placeres tanto o más intensos que los provistos por el sexo per se y eso ha llevado a que demasiado a menudo ambas se confundan.
El ideario incel
El incel es, por tanto y desde esta perspectiva, un hombre que no sabe lo que es el sexo. O que lo sabe, pero no así gestionar la frustración que le produce el hecho de no ser capaz de conseguirlo.
Y es que, la primera clave para entender algo sobre este tema es entender que, mientras que despertar interés sexual en otras personas (o no) y ser capaz de llegar a consumar relaciones (o no) son cuestiones estrictamente personales e individuales que puede deberse a múltiples causas muy dispares entres sí, los incels atribuyen al hecho unas causas comunes sobre un sujeto colectivo.
Dicho sujeto serían los hombres heterosexuales o, para ser más precisos, los hombres heterosexuales que en la sociedad actual no son exitosos en sus relaciones con las mujeres (a los que sí lo son, son apodados despectivamente como Chads y percibidos como parte de su “problemática”) y, respecto a las causas, vendrían a resumirse en que las mujeres les “niegan” el sexo que tanto ansían y creen merecer debido a… ¿Qué, exactamente? ¿El mero hecho de ser hombres? Es difícil saber qué pasa exactamente por cabezas tan jodidas y, sin duda, sería un apasionante campo de estudio científico y deberían ser entrevistados igual que se hizo con los asesinos en serie para tratar de desentrañar su lógica criminal (tal como puede verse en la serie basada en hecho reales Mindhunter). Pero sean cuales fueran los motivos por los que creen ser merecedores de sexo…
El acceso al cuerpo de la mujer como un derecho del hombre.
…a esto se reduce toda la retórica incel: “Tu cuerpo, mujer, me pertenece más a mí que a ti misma”. Para estos infraseres no se trata de que (tal como debería dictar el sentido común) un conjunto más o menos amplio de mujeres, dentro de su libertad personal, autonomía y voluntad propias, así como apetencias particulares rechacen legítimamente a quien les venga en santísima gana sin tener siquiera por qué dar explicaciones sobre sus motivos para hacerlo; no. En sus mentes podridas de machismo y misoginia se trata de que ellas les están negando algo que conciben como un derecho propio no reconocido y que, por tanto, deben luchar para que (de un modo u otro, formal o tácticamente) se reconozca.
Luego entraremos en materia, pero me detengo antes aquí para hacer una acotación muy necesaria: ¿Realmente el sexo de la mujer no ha estado siempre reconocido como un derecho del hombre? Eso es —cuanto menos— cuestionable, ya que la idea no tiene nada de novedosa y podríamos remontarla hasta la existencia misma de la (1) prostitución y el (2) matrimonio, es decir, a la distribución sexual del trabajo y al propio patriarcado.
En el primer caso, los Estados garantizan el acceso, previo pago, de cualquier hombre a una “bolsa” de mujeres cuyos cuerpos adquieren, por tanto, la categoría de “públicos”. Lo hacen de dos formas: (A) bien legalizando la prostitución o bien prohibiéndola sobre el papel, pero persiguiendo y castigando después a las mujeres prostituidas mientras, al mismo tiempo, consienten implícitamente a los puteros y (B) creando las condiciones necesarias de injusticia social, desigualdad sexista y pobreza que permiten que nunca deje de haber en esa “bolsa” una mujer (o una niña) lo suficientemente rota y/o necesitada como para verse obligada a tener que “consentir” hasta al hombre más violento, viejo, feo, sucio o repugnante del planeta.
En relación al segundo, cabe señalar que las autoridades morales y religiosas aleccionaban a las mujeres para adquirir el deber o imperativo moral de satisfacer a su esposo aunque fuese con desgana y resignación y las autoridades formales de cada época (señores feudales, por ejemplo) se encargaban de garantizar legalmente el derecho del marido (y a menudo incluso el suyo propio —el consabido derecho de pernada—) sobre el cuerpo de su mujer, por mucho que pudiera querer ejercerlo de forma no deseada o expresamente rechazada por la otra parte; además, claro está, del derecho a adoptar múltiples represalias contra ella en caso de incumplimiento (violencia física, asesinato, humillación pública, abandono y ostracismo, entre otras).
Obviamente, algo hemos mejorado en este último aspecto (hay que tener cuidado al afirmarlo, ya que persisten en el mundo legislaciones aberrantes en este sentido —incluso en Estados “modernos” como esa charca infecta que son los Estados Unidos de América— y no es poco habitual que una parte nada desdeñable de la ciudadanía occidental “libre” siga operando en base a esas mismas creencias de forma tácita e informal) pero sucede que no menos cierto que a toda buena revolución le sigue siempre una resistencia reaccionaria de igual o mayor medida.
Todo incel es un nostálgico de aquellos tiempos pasados que considera mejores y es plenamente consciente de que, desde su incorporación al mercado laboral y la vida pública (con la consiguiente caída de la figura del macho proveedor del que ellas dependían para todo), se ha ido haciendo gradualmente más complicado encontrar a una de esas mujeres dispuestas a desempeñar el papel de esposa abnegada cuya única metal vital era consagrarse a perpetuidad a limpiarles la mierda por el día y abrirse de piernas por la noche para que pudieran vaciarse los testículos y, de paso, darles vástagos. Y para su infinita desdicha, resulta que tampoco les ha tocado vivir en esa otra generación intermedia en que a los señores les bastaba con fingir ser medio decentes el tiempo justo y necesario como para engañar a alguna mocina ingenua, dejando que la inercia, la huida hacia delante, la resignación de que “es lo que hay y podía ser aún peor” y el “qué dirán si me divorcio” hicieran el resto para que, al final, pudiera tener garantizada su camisa planchada y su cama caliente hasta la sepultura. El incel de hoy es el alma vieja reencarnada de la era de los abuelos, los bisabuelos y los tatarabuelos que vive atormentada al descubrir que le ha tocado vivir en un mundo extraño donde su polla ya no es el centro de nada y ninguna chica le soporta ni media sin mandarle a pastar a la primera de cambio e incluso su propia madre acaba poniendo las maletas en la puerta al inútil de su padre después de haber cumplido las bodas de plata porque le tenía, palabras textuales, hasta el coño; fin de la cita. Descubre con horror que su papel ha sido subvertido y usurpado al saber que su nuevo superior va a ser una mujer y conocer mujeres de su entorno a las que les va bastante mejor que a él en lo profesional y, para colmo, le están empezando a dar sopas con hondas incluso en ese hobbie que sentía su feudo y creía inexpugnable como podría ser su videojuego online friki favorito. Obviamente, menos aún soporta a la mujer sexualmente libre e independiente que sabe lo que quiere y lo que no quiere y no se corta de expresarlo y exigirlo o hacer valer sus límites. Si no fuera porque es una bomba de relojería, el incel hasta me daría algo de pena, ya que no deja de ser poco más que un pobre chico u hombre que se sabe incapaz de jugar con las nuevas reglas y que ha comprendido que la única alternativa que le queda para recrear su modelo de relación ideal es “irse de putas” pero con lo que gana ni siquiera eso se puede permitir o que, en cualquier caso, ha tenido una epifanía sobre lo triste que es que tener lo que tanto anhela únicamente si paga por adelantado. De modo que se ha enfadado, y ha decidido vengarse de todas y cada una de las mujeres… ¿O no?
Pues tampoco: Uno de los aspectos más llamativos y paradójicos de este colectivo (por llamarlo de alguna manera) es su virulenta costumbre de insultar, denigrar, acosar y humillar a las mujeres que, según su criterio, son físicamente “inferiores”, poco agraciadas o poco “femeninas”, etc. Porque a quien realmente exigen sexo es a las “tías buenas”, claro, no a chicas obesas con espinillas (aunque muchos de ellos luzcan exactamente así) y, si me rechazan… pues me enfado y —en lugar de no respirar— me dedico a cometer atentados terroristas. Pero, eh, eso sí, las que se han vuelto unas “zorras superficiales y hedonistas” corrompidas por el feminismo son ellas, claramente.
Cuando la inadaptación se hace comunidad
Otra de las características diferenciales del incelato es la forma en que coexisten en ellos un gran número de todos los discursos reaccionarios existentes; el racismo, la homofobia, el fascismo, etc.
En condiciones normales (y moviéndose en los contextos adecuados) podrían haber sido chicos “normales” (es decir, con el nivel social base de racismo, homofobia, clasismo, etc). La mayoría podrían incluso llegar a madurar y plantearse: ¿Qué estaré haciendo mal para que las chicas no quieran tocarme ni con un puntero laser? ¿Será realmente por no parecerme a Brad Pitt ni tener los musculitos de Maxi Iglesias, o puede que mi carencia de inteligencia emocional, mi falta de habilidades sociales (como la tolerancia la frustración), mis creencias supremacistas del hombre sobre la mujer (por causas genéticas o culturales) e incluso mi resentimiento misógino hacia todas ellas pueda estar teniendo ALGO QUE VER en que no quieran ni respirar el mismo aire que yo? Pero eso implicaría mirar hacia dentro y hacer autocrítica, asumir que son ellos mismos quienes tienen que cambiar cositas. Y eso al ser humano en general y a los pequeños machitos en particular no les gusta demasiado.
Y, como para todo perro flaco, todo son pulgas. Muchos son además chicos con problemas en casa y en el instituto, víctimas de maltrato y/o bullying, inadaptados o antisociales, etc. Es decir, el caldo de cultivo ideal para atraer a toda suerte de escoria que va a intentar captarlos, brindándoles el calor y la defensa de una comunidad de personas “iguales a ellos”, que le dicen (a menudo por primera vez en su vida) que “valen mucho”, y que no hay nada de malo en ellos ni en sus ideas, que la culpa es de la “sociedad”, que hay que luchar y hacer sacrificios para poder transformar esa sociedad y ponerla de rodillas ante sus exigencias. Así es como todos estos movimientos les van lavando el cerebro para usarlos después como carne de cañón a modo de ejército de zombies dispuestos a hacer (casi literalmente) cualquier cosa por su nueva familia… y por la causa.
Hijos del patriarcado… y del liberalismo posmolerdo
Una cosa que me llama especialmente la atención es contemplar la forma en que, al final, NADA ha resultado ser más desindividualizador, alienante y uniformador que cualquiera de las muchas corrientes ultra-individualistas que caracterizan a esta nuestra era postcapitalista. No importa si lo analizamos en el ámbito de lo económico y la intervención estatal (liberales clásicos, escuela austríaca, neoliberales, socioliberales, anarcocapitalistas, minarquistas) o de lo social (libfems prosex, comprabebés, MAPs, zoofílicos, transhumanistas, partidarios de la autoID, autoginefílicos, no binaries, génerosfluides y/o géneros a la carta). No hay más que escuchar a cualquiera de esos charlatanes “librepensadores” que creen haber descubierto la rueda por sus propios medios y que tanto se jactan de haberse desprendido de toda forma de ideología encorsetada y de moral de rebaño para comprobar que, literalmente, todos repiten como loros amaestrados los mismos “argumentos” simplistas, las mismas frases fallidas y aberrantes y hasta utilizan los mismos eslóganes, símbolos, colores. ¿No reivindicabas tu mismidad, oh superhombre no va más de la independencia intelectual, fiera, máquina, crack, mastodonte? ¿Por qué entonces utilizas ‘marcas’ para reconocer a los que piensan igual que tú y utilizas las ‘marcas’ de quienes manifiestan formas de pensar contrarias a la tuya para atacarlos indiscriminadamente sin molestarte en conocer la complejidad del pensamiento profundo de cada uno de ellos con todos sus matices? La respuesta es evidente: al margen de lo que puedan pensar sobre sí mismos, cualquiera forma de ultra individualismo no es otra cosa que otra tribu urbana más que, como casi todas, se caracteriza por comportarse como unos matones narcisistas que se creen superiores al resto de personas y tribus.
Aclaro esto porque, al contrario de lo que suele pensarse, hay numerosos subgrupos de incels que defienden cosas aparentemente opuestas.
Hay incels que defienden una mayor intervención estatal para crear algo similar al sistema de redistribución de la riqueza, pero aplicado a las relaciones íntimas. Es decir, que sea el Estado quien les haga el trabajo sucio; coaccionando (mediante leyes) o directamente obligando por la fuerza (mediante sus instrumentos represivos) a las mujeres a acostarse con ellos. ¿Cómo? Pues creando una suerte de sistema de calificación en función del atractivo físico de las personas (lo que ellos llaman “valor sexual de mercado”) y un baremo creado para “corregir” la “incapacidad” de acceso sexual de las personas con peores valores a los cuerpos de aquellas que tienen una “renta” muy superior.
Pero también hay incels que defienden la abolición del Estado y de su monopolio de la fuerza (leyes, jueces, cárceles, policías, etc) y pretenden que impere una especie de ley de la selva en la cual la violación estaría despenalizada y el agresor estaría ejerciendo su derecho natural (en tanto más fuerte) que daría plena vigencia a las clásicas ideas machistas del “si te vistes como una furcia sabes perfectamente a lo que te expones, la culpable eres tú por ir provocando, la próxima vez tendrás más cuidado”. Curiosamente, muchos olvidan que no es que ellos sean precisamente las alfas de la manada y que, sin esas mismas leyes y autoridades, ellos serian los primeros en no durar ni tres telediarios.
Incluso hay incels (los black pill, o píldora negra) que directamente abandonan la esperanza de poder llegar a tener una pareja y/o relación sexual en toda su vida ya que creen que su falta de éxito romántico y sexual es permanente e irreversible, independientemente de lo que hagan y de las decisiones que puedan tomar, con lo que, cuando no están encerrados en su habitación jugando a videojuegos con otros nerds como ellos, se limitan a autocompadecerse y odiar al universo apretando los puñitos muy fuerte.
Así pues y aunque queda demostrado que, en lo que a misoginia se refiere, no han inventado nada nuevo, un movimiento ultramachista y quasiorganizado como el incel, simplemente no sería posible sin el contexto habilitador de una sociedad decadente y profundamente enferma de individualismo (yoyoyo mimimi) y abandonada a la deriva liberal de los deseos desordenados (en tanto al estar perpetuamente insatisfechos, crea suculentos nichos de mercado) y la burbuja del narcisismo psicopático más desbocado. Una sociedad la nuestra, en fin, infantilizada, embrutecida y adocenada que, al mismo tiempo que se cuestiona derechos elementales para aquello que conocimos como Estado de bienestar (sanidad, educación, acceso a vivienda digna, huelga…) y que está siendo desmantelado en un abrir y cerrar de ojos, pretende elevar a la categoría de “derecho” cualquier estridencia que siendo indulgentes podríamos clasificar como meros caprichos o antojos y si nos ponemos más estrictos podríamos tipificar dentro del ámbito de la psiquiatría (“ser” legalmente mujer habiendo nacido con cromosomas XY, ser padre/madre de un hijo que lleve nuestros genes aún careciendo de la capacidad para serlo… o, simplemente, sublimar un deseo que involucra a otra persona y no es correspondido).
Realmente existen los incels aparte de 4 casos aislados contados? desde luego este artículo tiene victimismo a punta pala.
Partes de la base de que lo normal y la única aspiración de todo hombre es tener pareja (pareja hetero, ser gay era un crimen que la kk de sociedad no iba a permitir, mas sabiendo que los hombres son mas felices en parejas homo que en hetero). Y aunque tener pareja hetero no tiene por que estar mal, esta sobrevalorado y es normal que muchos hombres se cuestionen si merece la pena tener pareja según aumenta su edad. Todos los hombres se deberían cuestionarse varias cosas. No me extraña que haya tanto simp, si en la sociedad y el folklore se les enseña a los hombres a ser arrastrados, a rebajarse, a ofrecer mas, a hacer sacrificios, a sobrevalorar a la mujer físicamente, etc. También enseñarles a que las relaciones pueden salir mal, pueden tocar tóxicas, maltratadoras, abusadoras en divorcios, etc.
Suerte que al menos no has dado a entender que tener hijos debería, al igual que casarse, ser lo normal. Al menos la sociedad ha cambiado respecto a eso.
A las feministas no les gusta que los hombres se cuestionen cosas, por eso harán ver que quienes lo hacen son monstruos o resentidos con las mujeres (como si todo girase alrededor de ellas). Dudo que los MGTOW tengan nada de lo que tu calificas como incel; claro que la mayoría de ellos habrán tenido pareja, pero se cuestionan cosas. En una cosa si te doy la razón, me alegro de que el modelo de familia donde el hombre trabajaba un montón de horas en una kk de trabajo mientras que la mujer estaba de tranquis en casa y los hijos hacían mas tareas domesticas que ella haya cambiado.
Por cierto, todo bien en casa? hablas con soberbia y diciendo con otras palabras que todo el mundo es malo menos tú. A ti te vendría bien alguna de las ventajas que tienen ellas para subirte la autoestima de forma fácil y no tener que gastar tu tiempo en escribir largos textos para fingir ser empático con la causa y que te acepten. A ver si el párrafo que empieza con lo de como para todo perro flaco, todo son pulgas y hablas de inadaptados y tal va ser en realidad tu caso.
Buenos días, Ville.
Lo primero quiero agradecer tu preocupación por mí y tranquilizarte: no has dado ni una. Escribo lo que escribo porque creo en un mundo mas justo donde ideas de kk como las tuyas no tendrían cabida. Y es que no eres capaz de disimular la misoginia que desprendes por cada poro pero ni medio bien. ¿Desde cuándo en casa se está «de tranquis»?
Igual eres tan simple que realmente te crees tu propia mentira de que las mujeres elegían dedicar su vida al trabajo domestico no remunerado en lugar de salir a ganar dinero (con la independencia y el poder que ello aporta dentro de la relación) por gusto o simple vagancia; pero quiero pensar que en realidad no hay nadie tan lerdo, con que… ¿de dónde viene todo ese odio? El pequeño Villecito no podía salir a jugar al balón en el parque porque su mamá le obligaba a limpiar los platos ¿Es eso? Jo, no sabes cuánto lo siento. No obstante, te diré que la culpa de que tu papá tuviera que trabajar «un montón de horas en una kk de trabajo» es del capitalismo, no de las mujeres y que la solución sería mejores condiciones laborales para todo el mundo, en vez de ese regocijo revanchista tuyo en que las mujeres tengan ahora que sufrir la misma explotación alienante que antes sufrían los hombres en exclusiva. ¿Te das cuenta como el odio visceral te ciega? Por otra parte, si hubieras cargado a la espalda el peso de llevar una casa tú sólo aunque fuera un sólo mes de tu vida, no lo pintarías como un retiro dorado; lo que viene a evidenciar que no te has lavado tus propios calzoncillos en tu puta vida y que, probablemente, tu mayor éxito doméstico habrá sido freír un huevo frito sin quemar la cocina. ¡Vaya, pues parece que a esto del psicoanálisis sabemos jugar todos!
Ahora, si quieres, dejamos a un lado las cuestiones personales y vamos a tu escasa comprensión lectora del texto; empezando por lo categóricamente FALSO que es que yo esté defendiendo el hecho de tener pareja como lo «normal» para nadie. Te reto a extractar la frase o párrafo donde supuestamente yo afirmo tal cosa. Spoiler: no lo encontrarás porque no lo pienso y, de hecho, defiendo justo lo contrario, como en el último capítulo de este otro artículo
Lo que sí digo es que, lo queráis algunos ver o no, para la mayor parte de los hombres la única aspiración real es tener mucho sexo y preferiblemente de muchas personas distintas. Y ser capaz de «cuestionarse cosas» realmente, sería ir a la raíz de esa necesidad inoculada socialmente a través del sexismo de la cultura patriarcal de la masculinidad. Lo que hacen los MGTOW es tener una rabieta infantil tipo «pues ahora soy yo el que no quiere jugar contigo» que lo único que demuestra es que en su fuero interno sigue totalmente anclado a la misma lógica de hombre perseguidor del sexo de forma indiscriminada y mujer malvada porque se resiste a él y me lo niega, idéntico victimismo que el incel, pero otra forma de expresarlo. Por cierto, que te recuerdo que también hay una importante comunidad de incels gays y que, lejos de ser «4 casos aislados» están en pleno auge gracias a la reciente incorporación de toda la secta de las identidades sentidas.
Queee conmovedor, escribes esto porque crees en un mundo mas justo. Creerse en 2023 que los activistas, en especial los activistas tuiteros mainstream; son personas maravillosas, es ser muy inocente y/o joven. Te debes sentir mejor sabiendo que eres bondadoso por decir lo mucho que te importan las mujeres, ya que has oído desde que naciste que tienes que repetir lo mucho que te importan las mujeres para ser considerado buena persona. Pero eso es solo un placebo que en el fondo ni tu mismo te crees. No he dao ni una? si, tienes pinta de que eras el chaval popular de clase o uno de esos Chad de los que hablas, pero que sabré yo.
Que mal visto está que los hombres se cuestionen cosas, solo se tienen que cuestionar lo que las feministas quieran. Si los MGTOW se cuestionan cosas de una forma no tan sesgada como la de ellas, bien por ellos. Conoces algún sistema donde no se tenga que trabajar tanto? Pues ahora que lo dices, en un país MGTOW donde no hubiera mujeres sería mejor económicamente.
Ay si, las tareas domesticas son super complicadas, y trabajar fuera de casa es muy fácil, paso de escribir sobre eso.
Tuitero mainstream ¿yo? Ay, diosas, gracias por tanto, de verdad; estas risas no se pagan con dinero.
Eso sí, me temo que como psicoanalista o pitoniso te morirías de hambre porque, chico, no aciertas una ni por casualidad.
Haznos un favor y sigue con tu triste vida, que aquí ya no tienes nada que rascar. Besis.