No se puede decir que yo lleve las series de las plataformas al día: no hago maratones cuando anuncian la última novedad sino que las añado a la lista de «ver después» y a veces incluso se me olvidan. Es por ello que acabo de ver la cuarta (¿y última?) temporada de la danesa «Borgen», a pesar de haber sido emitida en 2022. Quedé tan impactada con la serie original que decidí saborear la secuela sin prisas.
Una de las cosas que más me gustan de esta producción es el peso de los personajes femeninos, a pesar de que sólo 2 de los 8 directores originales (y sólo 3 de los 13 que han dirigido la temporada más reciente) son mujeres. Que hayan pasado 12 años entre la primera temporada y la cuarta – #metoo mediante – debería haber facilitado que hubiera más mujeres en el equipo técnico, o eso creía yo. Sin embargo, la dirección, el guión (3 hombres en la serie original, 5 hombres y 2 mujeres en la continuación), la música y la fotografía (sólo hombres en ambas categorías) siguen siendo territorio masculino. Tal vez, con una mayoría de mujeres al mando, esta ficción habría sido realizada de una manera completamente distinta, con una perspectiva más completa de nuestra realidad, sin duda. Pero incluso así, entre tanta testosterona han sabido dibujar mujeres complejas y llenas de contradicciones, tal y como somos en la vida real. Son personajes que evolucionan y crecen a lo largo de toda la historia, a quienes odias y amas a medida que van pasando los episodios; mujeres que conviven con sus miedos, sus dudas, sus principios, inseguridades, fortalezas, emociones y sentimientos, cambiantes a lo largo de la historia. Mujeres vivas, en definitiva. Me llama la atención lo fácil que es identificarme con ellas aunque sus profesiones estén tan alejadas de la mía.
La trama de la serie
Si no has visto esta estupendísima producción danesa, deja de leer y regresa cuando lo hayas hecho. Fuera bromas, la hayas visto o no, te invito a seguir leyendo: no te destripo nada si te cuento que esta serie habla de los entresijos políticos del país más pequeño de entre los denominados nórdicos. Dicho de otra manera, a lo largo de cuatro temporadas y 38 episodios se nos muestran las bambalinas del palacio de Christiansborg (apodado «Borgen»), un lugar donde partidos políticos de todos los colores negocian entre sí, a veces de manera cordial y otras, no tanto. ¿Te imaginas una teleserie española que nos dejase ver qué se cuece en los despachos del parlamento? ¿En la que pudiéramos ver el día a día nuestra clase política, mostrada con estilo, rigor y elegancia? Sólo de pensarlo se me eriza el vello.
La premisa inicial de esta trama es el ascenso de su protagonista, Birgitte Nyborg, al puesto de primera ministra de Dinamarca, tras haber llegado a un acuerdo de coalición con otros partidos. Esto está muy resumido, pues los tejemanejes que suceden hasta llegar a este punto son más largos y complicados de explicar. De verdad, te recomiendo que la veas. La «chicha», por decirlo de algún modo, está precisamente en el impacto que tiene en la vida de Nyborg y de quienes la rodean su nuevo puesto de trabajo. Cómo afecta a sus relaciones y a su propia agenda el hecho de ser una mujer tan poderosa, cómo la tratan sus compañeros hombres (poco más de un tercio del reparto son actrices) y cómo la ve el resto del país y, muy especialmente, la prensa. En esta ficción el poder político y el llamado cuarto poder caminan de la mano más apretadamente de lo que a nuestra protagonista le gustaría.
Las mujeres como centro de todo
Los pilares de la historia son, como acabo de decir, el personaje de Birgitte Nyborg (primera ministra), el de Katrine Fønsmark (presentadora del canal de noticias TV1) y, ya en la cuarta temporada, el de Signe Kragh (actual primera ministra, ahora que Birgitte es ministra de asuntos exteriores). De la última apenas se menciona nada de su vida privada, es el personaje del que menos sabemos, quizá porque no ha estado tan presente en los 38 episodios: apenas llegas a notar que es más joven que Nyborg y que utiliza las redes sociales como herramienta de trabajo.
A Katrine la hemos visto enamorarse, tener descendencia, crecer laboralmente (y mejorar mucho su situación económica), descuidar completamente sus relaciones sociales, cambiar de pareja, mudarse, ascender… La presentadora de informativos entrevista a la clase política sin dejar títere con cabeza; es directa, incisiva e implacable, lo cual no siempre es del gusto de sus superiores. Vemos su día a día con todo lujo de detalle, muy especialmente en la serie original. Y vemos cómo el poder que tanto anhela, y que nos es vetado sistemáticamente a las mujeres, marca cada uno de sus pasos. Personalmente, es un personaje al que tengo mucho cariño, considero que está muy bien escrito y que todas las inseguridades que esconde tras esa fachada aparentemente inquebrantable (en especial, cuando se enfrenta a las cámaras de televisión) son las mismas que podemos sentir cualquiera de nosotras en un momento dado.
La vida de Birgitte es aún más complicada, pues su evolución personal va ligada a su puesto de primera ministra y toda la presión que éste supone. Esta madre de familia y amante de la naturaleza, firme defensora de los derechos humanos, pasa por todas las etapas que se te puedan ocurrir: estrés laboral, perfeccionismo, enfermedades en su familia, divorcio, conspiraciones en el trabajo, acoso de la prensa, etc. Ella también descuida sus relaciones personales, e incluso su propia salud, en pro del poder que obtiene siendo primera ministra y la vemos disfrutando de manejar su vida laboral como si de una enorme e infinita partida de ajedrez se tratara. Los sentimientos que este personaje me inspiran pasan por todas las gamas y sólo tratando de ponerme en sus zapatos puedo llegar a comprender (creo) sus acciones. Lo que sí me queda claro al final de la serie, tras los últimos minutos del último episodio, es que el poder es una droga tremendamente adictiva.
Borgen: reino, poder y gloria… Y menopausia
Independientemente de la historia que aquí nos cuentan, y sabiendo que necesitaría ver de nuevo algunos episodios con papel y lápiz para no perderme en la trama, «Borgen» me enamoró por la fuerza de sus personajes femeninos, por la manera tan rica en la que aparecen definidos y, por qué no decirlo, por sus paisajes. Esto es especialmente palpable en la cuarta temporada, donde Groenlandia y sus glaciares tienen un gran peso narrativo. Pero esto solamente es pasión de la abajo firmante, no me hagas mucho caso – me rindo ante la naturaleza salvaje del norte del planeta.
Hablando en serio, el momento que me deja absolutamente fascinada de la temporada final (titulada toda ella «Borgen: reino, poder y gloria») es ése en el que muestran a Birgitte sufriendo sofocos perimenopáusicos ya en el primer episodio. No daba crédito. Pensé que sería un guiño a la edad del personaje, como recalcando los años que han pasado entre la primera temporada y la última, pero esto iba mucho más allá. A lo largo de los 8 episodios que forman esta continuación de la serie podemos ver a su protagonista sufrir los mencionados sofocos, cambios de humor, insomnio, falta de apetito, cambios de opinión repentinos… Somos sus cómplices cuando se cambia de camisa varias veces al día, cuando pide que abran las ventanillas del coche oficial para dejar pasar el gélido aire danés, e incluso la vemos tirar una caja de tampones a la papelera, convencida de que no los necesitará más y, varios capítulos después, pedir uno prestado. La naturalidad con la que muestran esta etapa vital de las mujeres te hace creer que la actriz protagonista está sufriendo todas esas molestias en el mismo momento en que está siendo rodada cada escena. Es absolutamente maravilloso.
Uno de los momentos clave es su visita a la ginecóloga para pedirle una solución rápida; es pura fantasía: ésta se niega a recetarla el tratamiento hormonal sustitutivo y prefiere que la naturaleza siga su curso, le dice a su paciente que así es como tiene que ser. Aunque esta opinión es más o menos debatible, su significado en una serie de tanto alcance es importante: se le dice al público que la menopausia es un estado natural de las mujeres, uno más de sus ciclos vitales y que, como tal, no ha de ocultarse ni atajarse con drogas que lo escondan. Se nos dice a nosotras, a mí, a ti, que tener que ir por ahí con un abanico, una botella de agua o una camisa de repuesto no debería ser algo de lo que avergonzarse; que el estar más lenta mentalmente porque no duermes, más irascible porque los altibajos hormonales te llevan por una montaña rusa emocional, más hambrienta de lo habitual (o lo contrario) no es algo que tengas que esconder. La escena de la visita a la especialista es un manifiesto en sí misma.
Si algo he echado de menos, quizá, ha sido alguna que otra escena de este estilo: Birgitte hablando de menopausia con las personas de su entorno, ya sea el familiar o el laboral. En este aspecto también la serie es fiel a la realidad: no hablamos de ello abiertamente; la menopausia (como la menstruación) se susurra, se menciona de lejos, se deja caer en bajito y sin insistir mucho. Que nuestra protagonista hubiera tratado el tema más abiertamente o con más frecuencia a lo largo de la historia sí que hubiera resultado antinatural, forzado, un motivo de distracción del tema principal: la política. Es más, la serie deja entrever que los constantes cambios que la ahora ministra de asuntos exteriores va adoptando en cuanto a las políticas de su ministerio (a menudo contradictorios entre sí y opuestos a sus propios principios) son consecuencia del proceso vital por el que ella está pasando, como si la madurez, el síndrome del nido vacío o el paso del tiempo fueran asuntos exclusivamente femeninos. ¿Acaso los hombres no envejecen? ¿Cómo afecta el paso del tiempo a sus rivales? ¿Les influye en sus decisiones laborales? Vemos la demencia que sufre Bent Sejrø, ex ministro de finanzas y ex asesor de Nyborg, pero nada más.
Queda camino por recorrer para que dentro y fuera de las pantallas hablemos de menopausia como hablamos de cualquier otro tema, de manera clara, natural, cómoda y habitual. Ya se ha hecho algo al respecto, pero no es suficiente. Llegará un día en que ver o leer personajes femeninos con toda su idiosincrasia no nos llame la atención y yo espero llegar a disfrutar de esas creaciones. Mientras tanto, producciones como «Borgen» irán preparando el camino.