De Lilí Álvarez a Jennifer Hermoso

Lilí Álvarez y las demás

Este texto iba a ser un monográfico sobre Lilí Álvarez, deportista pionera en muchos aspectos. Escuché su nombre por primera vez hace solamente unas semanas y me pareció tan injusto no haber sabido de su existencia que sentí la necesidad de hacerte llegar una pequeña biografía, similar a las que ya hemos publicado sobre mujeres relevantes de la historia de las que, sin embargo, apenas conocemos su nombre. Cuando me iba a sentar a escribir sobre ella pasó por delante de mi pantalla la noticia de Jennifer Hermoso y el infame tipo que abusó de ella en plena celebración tras haber ganado el campeonato de fútbol el pasado día 20/08/2023. Desde entonces sólo leo despropósitos perpetrados por el abusón y sus secuaces, por lo que este artículo ya no está protagonizado solamente por Lilí Álvarez. Esto va por Lilí, por Arantxa, por Conchita, por Blanca y por todas nosotras.

Quién fue Lilí Álvarez

En los años 20 del siglo pasado en este nuestro país no todas las mujeres tenían la misma facilidad de acceso a los deportes como esta privilegiada mujer, bisnieta de un marqués: nació en Italia, hablaba cuatro idiomas y pasó sus primeros años de vida en Suiza, donde disfrutó de las ventajas de tan avanzada nación. De niña jugaba al billar subida a una banqueta y ya patinaba sobre hielo a la edad de 4 años. Lilí amaba los deportes de invierno y supo aprovechar las ventajas que le brindaba pertenecer a una familia acomodada, supo ser un referente para sus coetáneas, fue un altavoz señalando el machismo dominante en el mundo deportivo. Se puede decir que no se limitó a disfrutar de su privilegio social acomodándose a una vida contemplativa. Su nombre está más ligado al tenis que a ninguna otra disciplina y es por la cantidad de premios que ganó a lo largo de su trayectoria como deportista. Pero también ganó premios y títulos en automovilismo y patinaje sobre hielo. Además, escribió crónicas deportivas en diferentes periódicos y revistas, fundó el Seminario de Estudios Sociológicos de la Mujer, participó en la fundación del partido Izquierda Democrática Cristiana en 1965, escribió varios libros y fue una de las primeras formadoras de profesoras de Educación Física. Incluso rodó un documental, ¡tremenda mente inquieta tenía esta mujer!

Elia María González-Álvarez y López-Chicheri, nacida en 1905 y más conocida como Lilí Ávarez fue nada más y nada menos que la primera mujer española que participó en los juegos olímpicos, junto con su compañera Rosa Torras, con quien llegó a cuartos de final en dobles de tenis en 1924. ¿Cómo te quedas? ¿Cómo es posible que no se la mencione en las clases de educación física, en las clases de historia de España, en las páginas de los panfletos deportivos en torno a los cuales giran las conversaciones de bar a primera hora de la mañana? Esta mujer adelantada a su tiempo (como tantas otras) fue escritora, periodista, conferenciante y gran amante de los deportes – no en vano practicó tenis, patinaje, esgrima, golf, escalada, alpinismo, equitación, esquí, billar y automovilismo. Tenía solamente 19 años cuando participó en las olimpiadas de París de 1924, pero falleció a los 93 años de edad sin haber recibido ningún reconocimiento en su patria, nuestra piel de toro. Cuanto más leo sobre ella, más me fascina su historia.

Apodada «The Señorita» por la prensa inglesa a raíz de su participación en los torneos de tenis de Wimbledon a finales de los años 20 del siglo pasado, tenía muy poco de señorita sumisa: activista feminista y prolífica escritora difundió sus valores, puntos de vista y posicionamiento en contra del machismo tantas veces como tuvo ocasión de hacerlo. Escribió sobre deporte, mujer, sociedad y religión en diversos medios españoles y extranjeros. Suyas son estas palabras: «Lo que despertó en mí el feminismo fue el ver, cuando volví a España [en 1939], que para todo te pedían certificados y contratos matrimoniales y que los maridos parecían niñeras. Esto me indignó.» No tenía pelos en la lengua, desde luego.

Sumado a todos estos logros profesionales destaca el hecho de haber sido la primera mujer que utilizó la falda-pantalón para jugar al tenis, sabedora que de las prendas cómodas facilitan los movimientos en la pista. Causó mucho revuelo en su momento, pues la vestimenta de las mujeres deportistas se correspondía con la moral de la época y estaba claramente marcada por las normativas de las federaciones, redactadas por hombres. Posteriormente, fue descalificada en los deportes de invierno de España (a pesar de haber ganado el primer puesto) porque a unos señores ofendiditos les pareció mal que les llamase machistas: la hicieron participar la última, detrás de todos los machos, considerándola ciudadana de segunda clase. El machismo en el deporte (de élite o de patio de colegio) no nos es ajeno: hace tan sólo un par de años el equipo femenino de balonmano playa de Noruega fue multado por modificar su uniforme, tras participar en el campeonato de Europa con pantalones cortos en lugar de bikini. Ya sabemos que cuando hay competiciones profesionales los periódicos deportivos dedican más titulares a puntuar los minúsculos uniformes y los cuerpos de las deportistas que a poner en valor sus capacidades. ¿Pasaría lo mismo si ellas llevasen exactamente la misma ropa que ellos?

El deporte como feudo masculino

¿Las mujeres deportistas ocuparían tantas portadas si vistieran el uniforme reglamentario masculino? ¿O seguirían relegadas al último puesto de las noticias, si es que llegan a ser noticia, por su sexo, como sucede hoy en día? El machismo no es una cuestión estética, o no solamente. Cambiar los uniformes y facilitar los movimientos y la comodidad de las mujeres sería un enorme paso adelante en términos de borrado de los roles de género, pero no bastaría sólo con eso. El machismo es estructural, está en todas partes: en los degradantes titulares de la prensa especializada, en las sucias miradas de los periodistas, en los muy sesgados comportamientos de los presidentes y directivos de asociaciones deportivas, etc. Y para muestra, un botón: la futbolista profesional Jennifer Hermoso fue besada por su superior en contra de su voluntad y solamente las mujeres la estamos defendiendo porque solamente las mujeres sabemos lo que supone el abuso de autoridad ligado al machismo en cualquier esfera de la vida. Desconozco si Lilí Álvarez sufrió violencias machistas a lo largo de su vida profesional o personal, pero casi pondría la mano en el fuego porque así fue – si en 2023 un abusón se atreve a negar los hechos grabados por una cámara, qué no pasaría en la España de hace cien años con una mujer que fue abriendo puertas en terrenos hasta entonces vetados para ella. Se me pone la piel de gallina de solo pensarlo.

Después de Lilí vinieron otras, muchas, que practicaron los más variados deportes, que lo intentaron con todas sus energías y que ganaron medallas, campeonatos, premios y olimpiadas, pero ya casi tampoco recordamos sus nombres porque de eso es de lo que trata el machismo: cerrarnos la boca, borrarnos, enterrarnos. Como niña de los últimos 70 que se crió con dos canales de televisión, recuerdo nítidamente a algunas de esas deportistas, las que fueron referentes y me hacían soñar despierta. Me encantaba ver las noticias cuando hablaban de mujeres que se subían al podio: Blanca Fernández Ochoa (esquiadora), Conchita Martínez (tenista), Miriam Blasco (judoka) o Arantxa Sánchez Vicario (tenista), por nombrar unas pocas. Eran otros tiempos, claro. En los telediarios de entonces hablaban de deportes varios (tampoco mucho) y ahora hablan de fútbol masculino. Reconozco que estoy desconectada de las noticias deportivas y ya no distingo los nombres de, por ejemplo, las medallistas olímpicas de 2022 – es algo que lamento y quisiera corregir, pero abrir la prensa para leer que tal futbolista de primera división se ha divorciado o que tal otro sigue la dieta keto me da mucha pereza. ¿No te pasa a ti también? Hablan de fútbol masculino, algún que otro deporte masculino (de pasada) y cotilleos referentes al fútbol masculino. Cualquiera diría que a los hombres les molesta que ocupemos los que consideran sus espacios. ¿Será por eso que Luisito Rubiales decidió humillar a la campeona del mundial de fútbol ante toda la audiencia, porque le molesta que haya mujeres destacando en un terreno que él considera exclusivo de los cromosomas XY? Al fin y al cabo, a los hombres siempre les han dado miedo las mujeres poderosas, las que se saben válidas, valiosas y fuertes.

Lamentablemente, el caso de Jennifer Hermoso no es una anécdota aislada, sino algo que ocurre cada día y sin cámaras que lo capturen. Tampoco es una anécdota aislada que los trogloditas del mundo justifiquen y victimicen al delincuente mientras que le buscan tres pies al gato a las reacciones de ella; ya se sabe que las mujeres lo hacemos todo mal siempre (ironía mode ON). En esta ocasión, para suerte de Hermoso, de sus compañeras y de todas las niñas y adolescentes que ven en ella un referente, todo ha quedado grabado y fotografiado y por mucho que el tal Rubiales se rodee de matones para defender su honor, no va a poder con ella. Esta vez, no. Estamos hartas, tenemos pruebas y sabemos que sin cámaras delante ese hombre y los que son como él se convierten en auténticas amenazas para nuestra integridad. Ojalá el hashtag #seacabó llegue a tener suficiente relevancia como para sacar toda la basura barrida debajo de la alfombra de los deportes y se caigan los cimientos del organigrama rancio y podrido que maneja los hilos de este negocio. ¿Dónde meten estos señores los valores asociados al deporte? Hagamos todo lo posible para expulsar a esta escoria nauseabunda de las instituciones deportivas (y periodísticas) y llenemos los libros, los debates, las conversaciones y los medios de comunicación de referentes femeninos para las siguientes generaciones. El mundo merece muchas Lilís y muchas Jennifers.

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